domingo, 30 de diciembre de 2012

DOMINGO de la INFRAOCTAVA de Navidad. Fiesta de la SAGRADA FAMILIA


      Jesús fue igual a nosotros en todo menos en el pecado. La Segunda Persona de la Santísima Trinidad se hizo hombre con todas sus consecuencias. Una de ellas es precisamente tener una familia.

      Miramos hoy con amor y reverencia a esta Sagrada Familia. La Biblia siempre recuerda la importancia que tiene honrar a los padres, y así, hoy invita a todos los hijos a practicar la piedad y las virtudes domésticas (1ª lectura: Eclesiástico 3, 2-6 y 12-14).

      La vida de familia vivida en el Señor era uno de los testimonios cristianos más llamativos de la Iglesia primitiva (2ª lectura: Colosenses 3, 12-21) y siempre será una predicación elocuente en cualquier tipo de sociedad. Oremos también hoy por las familias.

      En estos días de Navidad puede resultarnos algo brusco ver de repente a Jesús con doce años en el Templo (Evangelio: Lucas 2, 41-52), pero nos ayuda a conocerle en profundidad desde el principio: este Niño Jesús, tan entrañable, tiene una díficil misión: estar en las cosas –la voluntad– de su Padre. Velada alusión a su Pasión y a que al tercer día sería el encuentro en el Resucitado.


 Oración a la familia

Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, Padre, que eres Amor y Vida, haz que en cada familia humana sobre la tierra se convierta, por medio de tu Hijo, Jesucristo, «nacido de Mujer», y del Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en verdadero santuario de la vida y del amor para las generaciones porque siempre se renuevan.

Haz que tu gracia guíe a los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de sus familias y de todas las familias del mundo.

Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor.

Haz que el amor, corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que a veces pasan nuestras familias.

Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda cumplir fructíferamente su misión en la familia y por medio de la familia. Tú, que eres la Vida, la Verdad y El Amor, en la unidad del Hijo y del Espíritu santo.

Beato Juan Pablo II

martes, 25 de diciembre de 2012

Solemnidad de la NATIVIDAD del Señor

     
      La liturgia de la Palabra del día de Navidad no se propone contar el nacimiento de Jesucristo (esto se hace en las misas «de medianoche» y «de la aurora»), sino que quiere acercarse a lo profundo del misterio, a lo invisible de la obra de Dios. «Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios», canta alborozado el salmo responsorial. La finalidad de la Encarnación es universal y los beneficios del Nacimiento de Jesucristo no se restringen a un solo pueblo (1ª lectura: Isaías 52, 7-10).

      Las etapas de la salvación pasan por Belén (2ª lectura: Carta a los Hebreos 1, 1-6). A partir del portal de Belén ya podemos contemplar (mirar, ver y oír, tocar...) la Sabiduría del Padre.

      Hay que saber discernir el signo: un niño envuelto en pañales, pues «vino a su casa y los suyos no la recibieron», dice el evangelio (Evangelio: Juan 1, 1-18). «Hemos contemplado su gloria», testimonian los apóstoles y evangelistas. «Vayamos a ver al Niño», reaccionan los pastores. «Vamos a Belén», canta el pueblo cristiano en su villancicos.

      Jesús comparte con nosotros la condición humana; nosotros con Él, la divina.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Llega la NAVIDAD


      Aunque el tiempo se nos haya hecho demasiado corto, cierto es que ha pasado y que un año más, en un día muy especial (25 de diciembre), un Niño volverá a nacer, y Él formará plenamente esa luz que durante el Adviento ha ido creciendo, simbolizada mediante las velas dispuestas en el interior de la corona de lentisco y romero, que tradicionalmente preparamos cada año y que nos anuncia, cada semana de Adviento con mayor intensidad, gracias a la resplandeciente luz que poco a poco se va creando (Jesús), que el Mesías va a nacer. Salvador nuestro, que indudablemente procurará, siempre que lo permitamos, intervenir en nuestras vidas, aportándonos todo aquello que nos haga falta en nuestra constitución como buenas personas y en consecuencia, como cristianos y católicos con ganas de aprender más de esta vida, la cual nos ha tocado vivir, y para la que debemos de escuchar atentamente el Mensaje que Cristo nos transmite mediante su Palabra durante todo el Año Litúrgico, y muy especialmente en este tiempo de Navidad, en el cual el mismo Cristo crucificado en la Santa Cruz por la salvación de todos nosotros, se ha hecho Niño e igualmente como decía al principio viene a salvarnos; a que esa sabiduría adquirida mediante la Escritura la llevemos a la práctica, a nuestra vida cotidiana, a nuestros quehaceres; a que nos sintamos alegres y dichosos de llevarla en nuestro interior, y como fruto de ello, actuemos conforme a ella y la transmitamos a todos nuestros seres queridos, que en estos días tan entrañables esperamos reencontrar y disfrutar con ellos de momentos de convivencia verdaderamente alegres y jubilosos. Sin embargo, también en estos días de Navidad, probablemente, no nos olvidaremos de aquellos que por cualquier circunstancia no están aquí, con nosotros, ya sea por motivos de salud, trabajo o porque hayan fallecido. Pese a ello no debemos de entristecernos recordando antiguos momentos y vivencias junto a ellos, sino que debemos de alegrarnos porque seguramente se encontrarán con el Niño Jesús que ahora nace, en su Reino, en el Reino de los Cielos.
      En este tiempo de Navidad también se nos invita a seguir a ese Santo Maestro, que la Iglesia nos ha propuesto como Doctor de Ella coincidiendo con el Año de la Fe, en el cual nos encontramos inmersos, promulgado por S.S. Benedicto XVI: San Juan de Ávila, el que fuera clericus cordubensis, que con la alegría y el gozo de sentirse seguidor de su Maestro (Cristo), transmitía las enseñanzas de Éste, que previamente él había aprendido, estudiado, reflexionado y meditado, a todo aquel que en su camino encontraba, y en consecuencia actuaba conforme a ellas. Toda la sabiduría adquirida mediante la lectura y escucha atenta de la Palabra, la manifestaba en sus escritos y predicaciones, y además, empujado por Ella fundó colegios y seminarios, desempeñó el papel de director espiritual, maestro y apóstol de la oración. De esta forma él enseñaba y nos enseña en la actualidad, la importancia y la trascendencia de la Palabra de Dios en nuestras vidas, pues como bien decía Juan de Ávila: «Sed amigos de la Palabra de Dios leyéndola, hablándola, obrándola»; Aquella que actualmente tanta falta nos hace conocer y aprender, para como decía anteriormente, actuar conforme a ella y predicarla con fe en ese Dios que se hace Hombre por todos nosotros, con esperanza en un mundo mejor, y con caridad hacia los que sufren, que por desgracia son muchos, los que sufren la enfermedad, la ausencia de los seres queridos, las carencias de trabajo y a veces de los medios básicos para subsistir. La Navidad tiene que conmovernos a todos para hacernos más solidarios, más cercanos a nuestros hermanos que sufren, la Navidad es Jesucristo, y Jesucristo se ha acercado hasta nosotros y como bien dice Él, refiriéndose precisamente a estas personas: «Bienaventurados son los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos»; no obstante, también debemos de acercarnos a aquellos que dejaron de seguir a Cristo, y que por una u otra razón se sienten solos y desamparados, y sin nada ni nadie al que recurrir nada más que a su verdadero Maestro y Consejero (nuestro Señor Jesucristo), para que con nuestra ayuda y consejo se sientan atraídos por el Señor y sigan los pasos de Éste, el verdadero Maestro.

      Ojalá esta Navidad nos haga a todos realmente mejores personas seguidoras de ese feliz Niño Jesús, que ha nacido en Belén, mediante la intercesión de su Madre, la Virgen María, la cual brille siempre como estrella en el camino de la nueva evangelización, y junto a su Divino Hijo nos renueve haciéndonos mejores y fieles seguidores suyos; para que así constituyamos una sociedad y una Iglesia mejor, basada en la paz, la hermandad, la amistad, la fraternidad, la generosidad, el amor, la compañía, el cariño, el esfuerzo, el sacrificio, la enseñanza y el amor a ser enseñado; valores que sin duda, nos forman como personas cristianas orgullosas de seguir a nuestro Dios: «sol que nace de lo alto» y «luz que alumbra a todas las naciones».
      Felices Fiestas
 
José Antonio Cuevas Salguero 24/12/2012

domingo, 23 de diciembre de 2012

DOMINGO 4º de Adviento


      Aunque parece un suceso corriente, este encuentro de dos mujeres en el estado de buena esperanza es particularmente emocionante para los cristianos (Evangelio: Lucas 1, 39-45). Cada una de ellas tiene un lugar en el plan de Dios; particularmente importante el de María: «¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».

      La Visitación confirma el mensaje del ángel en la Anunciación. Este encuentro entre María e Isabel está lleno del dinamismo del Espíritu Santo, de sencillos signos que ayudan a discernir que, desde la concepción de Jesús, un río de vida comienza a desbordarse y riega el mundo entero.

      El hijo de Isabel llevará a su punto culminante la espera mesiánica de Israel. El Hijo de María será Rey de Israel y Pastor de las Naciones (1ª lectura: Miqueas 5, 1-4), aunque nazca en una pequeña aldea: Belén.

      Nuestro Salvador tuvo un cuerpo humano, que en su momento se sacrificaría en la cruz (2ª lectura: Hebreos 10, 5-10), y un corazón como el nuestro que Él consagró a hacer siempre la voluntad de Dios Padre: «Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad».

domingo, 16 de diciembre de 2012

DOMINGO 3º de Adviento

     
      «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca». Ésta es la famosa y antiquísima antífona de entrada de este tercer domingo de Adviento. Así comienza también la segunda lectura (Filipenses 4, 4-7).

      La primera lectura (Sofonías 3, 14-18) y el salmo también insisten en el júbilo. La razón es clara: el Señor, el «Dios con nosotros» (el Enmanuel) está cerca. El gran anuncio de la Navidad está pronto a ser proclamado.

      Gentes de buena voluntad, de todos los oficios y de toda condición se acercan al Bautista. Están atentos a su predicación. Son conscientes de que algo debe cambiar en su existencia. A cada uno Juan Bautista le dice lo que le toca (Evangelio: Lucas 3, 10-18).

      La gran pregunta para cada momento de la vida es precisamente la que aquella gente hacía al adusto profeta: «Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer?». Es Otro quien tiene la respuesta a esa pregunta. Jesús es quien nos responde a lo largo del Evangelio. Leámoslo, oremos y a su luz discernamos «lo que tenenmos que hacer» en este momento de nuestra vida.

domingo, 9 de diciembre de 2012

DOMINGO 2º de Adviento


      Escuchamos el grito del Bautista, que describe su misión en el desierto. Es el heraldo de un acontecimiento extraordinario (Evangelio: Lucas 3, 1-6). Hay que prepararse para un cambio decisivo en la historia del mundo: el mismo Dios va a venir a nosotros.

      Todos verán la salvación de Dios, como estaba profetizado desde antiguo (1ª lectura: Baruc 5, 1-9) y entrevisto en el gozo y el esplendor de la ciudad santa, conducida por Dios en el futuro.

      El Bautista, el último de los grandes profetas, que une el Antiguo con el Nuevo Testamento, predica que la salvación ya está aquí y ahora.

      Es un momento histórico concreto y el Evangelio quiere explicitar las diversas autoridades de la época: el emperador Tiberio, Poncio Pilato, Herodes... ¿Qué tengo que allanar y arreglar en los caminos que llevan a mi corazón para que Dios pueda entrar y quedarse en él? Como Baruc, Pablo también expresa su alegría y optimismo (2ª lectura: Filipenses 1, 4-6 y 8-11): «Siempre que rezo por vosotros, lo hago con gran alegría... Y ésta es mi oración: que vuestra comunidad de amor siga creciendo más y más».

sábado, 8 de diciembre de 2012

Solemnidad de la INMACULADA CONCEPCIÓN de la Virgen María, PATRONA de ESPAÑA


      Ya que había de llevar en su seno al mismo Hijo de Dios, el Señor la libró del pecado original (1ª lectura: Génesis 3, 9-15 y 20). ¡Y sólo a ella! A nadie más. Por eso la Iglesia aplica a la Madre de Jesús las palabras del Cantar de los Cantares: «Toda hermosa eres, María, y no hay defecto en ti».

      En efecto, los teólogos explican que el Señor la enriqueció con tanto mimo que, ya en el momento de su Inmaculada Concepción, Ella era la «llena de gracia», como el ángel Gabriel la llama en Nazaret (Evangelio: Lucas 1, 26-38).

      El gozo de María porque el Señor ha hecho en ella cosas grandes es de toda la humanidad. Su concepción inmaculada es como un prólogo a la redención universal. Ella tenía que concebir después el Verbo que transciende todo lo creado.

      En previsión de la muerte redentora del Salvador, el Señor «la vistió con un traje de gala y la envolvió en un manto de triunfo, como novia que se adorna con sus joyas» (Isaías 61, 10). Para Dios es fácil elegir en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales desde antes de crear al mundo (2ª lectura: Efesios 1, 3-6 y 11-12).

domingo, 2 de diciembre de 2012

DOMINGO 1º de Adviento


      Nuevo año litúrgico. Las lecturas dominicales pertenecen al ciclo C.

      Desde el primer momento la palabra de Dios promete un Salvador (1ª lectura: Jeremías 33, 14-16). La Iglesia, santa y pecadora al mismo tiempo, necesita continua purificación y conversión en medio de las tempestades de la historia. Sale a flote, se renueva, y su brillo ilumina a la comunidad humana. Así, la primera comunidad cristiana, que creía inminente el fin de los tiempos con la vuelta del Señor, procuró vivir en santidad irreprochable.

      Estemos preparados para vivir ahora con plena responsabilidad (Evangelio: Lucas 21, 25-28 y 34-36). Consejo saludable el de una vigilancia permanente en nuestra vida espiritual (oración) y en nuestro compromiso de caridad y solidaridad (acción). «Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo»... «Habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios... Ya conocéis las instrucciones que os dimos en el nombre del Señor Jesús» (2ª lectura: 1ª Carta a los Tesalonicenses 3, 12-4, 2).

       Al comenzar el Adviento prestemos atención a estas «instrucciones» de Jesús.