miércoles, 15 de septiembre de 2021

Nuestra Señora de la Soledad


Cada 15 de septiembre ―día posterior a la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz―, la Iglesia universal celebra la memoria de la Bienaventurada Virgen de los Dolores. Por lo tanto, nuestra hermandad conmemora, hoy, la onomástica de su sagrada titular ―Nuestra Señora de la Soledad―, debido a que su advocación alude al séptimo de los dolores de la Santísima Virgen.

María aceptó, sin condición alguna, el extraordinario plan que Dios había proyectado sobre su persona, entregando cada instante de su laudable existencia al servicio del Señor. En este sentido, su irreprochable actitud fue clave para la completa realización de la obra redentora del Padre, a través del Hijo. Asimismo, María se mantuvo fiel hasta el último instante, en que Jesús descansó muerto en sus brazos.

En esta jornada, dedicada a los dolores de la Santísima Virgen, deberíamos examinar nuestra conciencia y preguntarnos si nuestro comportamiento se ajusta a los parámetros de la encomiable actitud de María o si, por el contrario, somos tan débiles que nuestra fortaleza decae, fácilmente, ante la adversidad; si es así, quizá sea porque, aún, no confiamos lo suficiente en el Señor.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

Nuestra Señora de la Estrella, patrona de Villa del Río

Cada 8 de septiembre, la Iglesia universal celebra la fiesta de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María. Por su parte, Villa del Río, en este, su día grande, conmemora a su patrona: María Santísima de la Estrella Coronada.

La Virgen, al igual que Jesús, el Hijo de Dios, nació en el seno de una familia humilde de Nazaret. Como Jesús, la Virgen vivió su infancia junto a un padre y a una madre cuyo día a día fue muestra sustanciosa de un valioso estilo de vida. Gracias a ello, la Bienaventurada Virgen no dudó, ni siquiera un instante, en anteponer el extraordinario plan que Dios había proyectado sobre su persona a las vanas aspiraciones humanas; tanto fue así que se declaró esclava de su señor, Nuestro Señor. Su desmesurada humillación fue la clave que la llevaría a ser designada madre de Cristo.

En el mes de julio del año 1495, junto a una fuente y en medio de una zarza, cercana a los trigales, Nuestra Señora de la Estrella apareció ante unos segadores. Como la Bienaventurada Virgen, estos sencillos trabajadores agrícolas fueron elegidos ―si bien, en este caso, por mediación de María Santísima― para dar testimonio de Cristo a los lugareños de una pequeña aldea junto al río Betis. En aquellos cinco segadores que tuvieran la dicha de encontrar a la bendita imagen debemos fijar nuestra atención, ya que su profusa fe en el Señor los convirtió en primeros transmisores de una genuina devoción mariana.

jueves, 2 de septiembre de 2021

Restitución del culto a Nuestra Señora de la Soledad


Una vez finalizado el procedimiento de restauración de la Santísima Virgen de la Soledad, el pasado sábado, 28 de agosto, fue restituido el culto a la bendita imagen en la iglesia parroquial; motivo por el que, desde la tarde del sábado hasta la noche del domingo, permaneció expuesta a veneración de los fieles en la nave del evangelio, justo delante de la Capilla del Santísimo Cristo de la Humildad ―lugar donde recibe culto de manera ordinaria―. Asimismo, el domingo, 29 de agosto, a las ocho y media de la tarde, tuvo lugar la santa misa en honor de María Santísima de la Soledad, sagrada titular de nuestra hermandad.


Para tan extraordinario acontecimiento, la venerada imagen vestía de forma similar a como lo solía hacer cada mañana de Viernes Santo, al menos, desde que existe documentación gráfica hasta el último tercio del siglo pasado: mediante la conjunción de los colores blanco y negro en su terno procesional. En esta ocasión tan especial, la Santísima Virgen ―vertebradora de un armonioso y efímero conjunto, erigido para mayor honra de la misma― lucía unos preciosos zarcillos, una hermosa mantilla ―a modo de tocado―, un fastuoso rosario y una majestuosa corona; zarcillos cedidos por don Sebastián Montes Carpio, escultor e imaginero; mantilla, rosario y corona por don Eduardo Serrano Gómez, vestidor.


Con respecto a la intervención que, sobre nuestra sagrada titular, ha efectuado el citado escultor villarrense, cabe reseñar que dicha actuación, de algo más de tres semanas de duración, ha consistido, principalmente, en la limpieza exhaustiva del rostro y de las manos ―esto es, retirada de la suciedad adherida con el paso del tiempo, así como de ciertos repintes y barnices posteriores a su policromado primigenio―, la eliminación de distintas fisuras ―causadas por los movimientos propios de la madera―, la sustitución de los brazos articulados por unos nuevos ―más acordes con las dimensiones del cuerpo― y la incorporación de nuevos postizos ―lágrimas y pestañas de pelo natural―; todo, con la finalidad de optimizar el estado de conservación de la bendita imagen, tallada por don Juan Martínez Cerrillo en 1953. Concluido tan acertado procedimiento de restauración, Nuestra Señora de la Soledad se muestra tan radiante y espléndida como cuando, a mediados del siglo pasado, fuera concebida por su reconocido autor.