traspasada de dolor con la espada que profetizó Simeón,
cuidadosa y necesitada huyendo a Egipto,
triste y atribulada buscando al hijo perdido,
llena de amargura y lágrimas encontrándolo con la cruz a cuestas,
afligida y ansiosa viéndolo agonizar y morir,
angustiada y atormentada con el hijo muerto en los brazos,
sola y sin consuelo dejándolo sepultado,
humildemente, os ruego que la gracia que os pido
me la alcancéis de su divina majestad.