domingo, 29 de junio de 2014

DOMINGO. Solemnidad de san PEDRO y san PABLO, apóstoles.

      Pedro y Pablo, dos columnas de la primera Iglesia, que coinciden en algo profundo: sufren por el Evangelio y mueren por el Evangelio. Las dos primeras lecturas se fijan en esto (1ª lectura: Hechos 12, 1-11; 2ª lectura: 2 Timoteo 4, 6-8). Y los dos morirán casi al mismo tiempo, probablemente en Roma. Emocionantes las palabras de despedida a Timoteo: «Y estoy a punto de ser sacrificado y mi partida es inminente: he combatido bien mi combate… el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar el evangelio». Los dos fueron llamados por Jesús, y los dos aceptaron el llamamiento.

      Los dos eran hombres frágiles, llenos de defectos, pero también de amor incondicional a Jesús. Los dos sintieron que Jesús les encargaba una misión (Evangelio: Mateo 16, 13-19) y dijeron que sí hasta la muerte. Emociona y admira su vida, recorriendo el mundo entero toda su vida, Pablo con Bernabé y Marcos, Pedro con su mujer, como apóstoles itinerantes entregados a vida y muerte a anunciar la Buena Noticia. De ellos nació la fe de muchas iglesias, y de las nuestras, y de cada uno de nosotros. Por ellos conocimos a Jesús. Y les estaremos eternamente agradecidos.

domingo, 22 de junio de 2014

DOMINGO. Solemnidad del CUERPO y la SANGRE de CRISTO


      Moisés recuerda al pueblo que, al atravesar el terrible desierto, contó con la ayuda de Dios, «que te sacó de la esclavitud…, que sacó para ti agua de la roca y te alimentó en el desierto» (1ª lectura: Deuteronomio 8, 2-3) «con maná que no conocieron tus padres».

      Nosotros tenemos otro maná, que inventó Jesús, que es nuestro alimento, nuestra agua y nuestro vino, la Cena del Señor: el pan que comemos y el cáliz de que bebemos nos une a todos en un solo cuerpo, formamos todos un mismo cuerpo, porque nos alimentamos todos del mismo pan, Jesús (2ª lectura: 1 Corintios 10, 16-17).

      Y Juan va más allá: los efectos de comer ese pan y beber  ese vino es ponernos a los pies de todos (Evangelio: Juan 6, 51-58) como Jesús, y no solo en el gesto de la cena, sino en cada minuto de su vida. Esa es la esencia de comulgar, de comulgar con Jesús: servir, como él mismo vivió. Comulgar con Jesús, partir el pan con los demás y beber juntos su vino, alimentar en Jesús todos los criterios, todos los valores, su mismo estilo. Para eso es la comunión, para aceptar aquellas tremendas palabras de Jesús: «Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros».

domingo, 15 de junio de 2014

DOMINGO. Solemnidad de la SANTÍSIMA TRINIDAD


      «Dios no envió a su hijo al mundo para condenar el mundo sino para que el mundo se salve por él» (Evangelio: Juan 3, 16-18).

      ¿Qué hizo Jesús durante toda su vida? Salvar, curar enfermos, recuperar pecadores, decir a todos que Dios nos ama... (canon de la misa de niños). Y todo ello, con una intención fundamental: que conozcamos a Dios, porque al conocerlo todo cambia, toda la religión, toda la vida, toda nuestra relación con los demás. Es en Jesús donde conocemos a Dios, y Jesús se sentía Palabra del Padre, se sentía ante Dios como un niño ante su madre, sentía el Viento de Dios.

      Dios es el amor, «tanto amó Dios al mundo que le entregó a su hijo». Es hermoso pensar en la peregrinación de la vida humana acompañada por la presencia de Dios, compasivo y misericordioso..., rico en clemencia y lealtad (1ª lectura: Éxodo 34, 4b-6. 8-9), Dios del amor y de la paz, que está con nosotros. Y ese es el deseo final de la carta de Pablo: «La gracia de nuestro Señor, Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con vosotros» (2ª lectura: 2 Corintios 13, 11-13).

domingo, 8 de junio de 2014

DOMINGO. Solemnidad de PENTECOSTÉS


      «Exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo» (Evangelio: Juan 20, 19-23); como en el Génesis, cuando Dios exhala su aliento «en las narices» del muñeco de barro, que se convierte en un ser viviente. Así Jesús con los suyos: les infunde una vida nueva, distinta, diferente, mejor. No es para unos pocos, sino para la comunidad (1ª lectura: Hechos 2, 1-11). Las iglesias, la nuestra por ejemplo, son comunidades que viven del Espíritu de Jesús, sienten «el Viento de Dios», se dejan animar, alentar y empujar por ese Viento que alentaba y empujaba a Jesús. En cada iglesia el Viento de Dios se nota en su miembros, en cada uno de distinta manera, como carismas, dones de Dios para la comunidad, que es como un cuerpo, con partes y funciones diferentes, pero todo para todos.

      Pablo lo entiende bien (2ª lectura: 1 Corintios 12, 3b-7): «Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo, todos hemos bebido de un mismo Espíritu». Es la riqueza de la Iglesia: la formidable pluralidad de dones, todos destinados a que todo el cuerpo funcione con inmensa riqueza, con profunda unidad; porque todo lo del Espíritu es abundancia y amor.

domingo, 1 de junio de 2014

DOMINGO. Solemnidad de la ASCENSIÓN DEL SEÑOR

 
      Es admirable el aparente «exceso» de las expresiones de la Carta a los Efesios: «La fuerza poderosa que desplegó Dios en Cristo resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo...» (2ª lectura: Efesios 1, 17-23). ¿Dónde está el cielo? ¿Dónde está Dios? ¿Hay diferencia entre la derecha de Dios y la izquierda de Dios? Por el camino de estas preguntas vamos mal, porque queremos imaginarnos un suceso visible y no atendemos al mensaje: «por encima de todo poder, de todo nombre, no solo en este mundo sino en el otro».

      La Ascensión no es una foto de Jesús subiendo a las nubes (1ª lectura: Hechos 1, 1-11). Es un acto de fe en el que Jesús es lo máximo, es enteramente de Dios. Pero no basta con admirar y reconocer. El Evangelio de Mateo, muy sabiamente, no termina con una despedida triunfante, sino con el encargo de una misión. Hemos conocido a Jesús porque Dios cuenta con nosotros para que todo el mundo lo conozca. La fiesta de la Ascensión no se reduce a la admiración y el asombro. Me gusta imaginar que, al marcharse Jesús, Pedro lo despidió diciendo: «Vete tranquilo, nosotros seguiremos con tu Proyecto».