¿A quién no mueve tu desvalimiento
al pie del árbol de la Cruz, Señora?
¿A quién no apiada el llanto, cuando llora
el amor de una madre en cruel tormento?
Pues concebiste a Dios, el firmamento
a tu Alta Gracia en plenitud adora;
mas, es tu Soledad abrumadora
la que conturba nuestro sentimiento.
Tu amarga Soledad, Virgen María,
tu amarga Soledad desamparada
que es en tu pecho dardo de agonía.
Y que conmueve el corazón del hombre
tu amarga Soledad, tan desolada,
que presta a tu dolor su propio nombre.
D. José de Miguel