Cada 19 de marzo, la Iglesia universal celebra la solemnidad de su santo patrono, si bien, en esta ocasión, dicha solemnidad adquiere el máximo grado de relevancia dentro del año litúrgico en curso, puesto que la cristiandad entera se encuentra inmersa en el Año de San José, decretado por el papa con motivo del 150.º aniversario del patronazgo de este santo sobre la Iglesia universal.
San José es para todo cristiano un excelente ejemplo: en un primer momento, José, al contrario que María, su esposa, desconfía; sin embargo, José permite que la divina gracia sea derramada sobre su corazón y, por consiguiente, acepta la extraordinaria misión que el Padre celestial, a través del Espíritu Santo, le encomienda: ser el padre terrenal del Hijo de Dios, Jesucristo, el Señor.
Este santo conjuga, a la perfección, dos actitudes opuestas: una de ellas lo compromete de forma medianamente asumible, la otra lo hace de un modo que pudiera parecer inalcanzable a los ojos de cualquier ser humano; finalmente, José elije la opción más compleja porque descubre que para Dios nada hay imposible. En este sentido, oremos hoy, Día del Seminario, por los seminaristas, para que confíen su vocación al Espíritu Santo y entreguen su vida a la voluntad del Padre, al igual que san José.