domingo, 16 de septiembre de 2012

DOMINGO 24º del Tiempo Ordinario

      Vemos al siervo paciente de Yavhé, constante en medio de las persecuciones y malos tratos, sin perder la confianza en Dios (1ª lectura: Isaías 50, 5-9).

      Este siervo paciente prefigura a Jesucristo. Esclarecedora polémica la del apóstol con los que confiaban en la salvación por la fe, según la doctrina de san Pablo, pero entendiendo esta virtud como algo intelectual, sin comprometerse en la caridad y demostrar con buenas obras su autenticidad (2ª lectura: Santiago 2, 14-18).

      El evangelio (Evangelio: Marcos 8, 27-35) presenta a san Pedro en dos escenas curiosamente de matiz enteramente opuesto: en una reconoce el mesianismo de Jesús, en la otra intenta apartarlo de esa misión y de sus exigencias mesiánicas: las de sufrir, como el verdadero siervo de Yavhé, en su pasión y muerte, que Jesús anuncia por primera vez.

      Pedro se atrevió a confesarlo como Mesías. Entonces Jesús estaba entre amigos. Más tarde, en circunstancias de persecución y tribunales, Pedro negará a Jesús, pero al final de su vida morirá valientemente por su Señor.