domingo, 26 de enero de 2014

DOMINGO 3º del Tiempo Ordinario

      Ha sonado la palabra mágica, el corazón del mensaje de Jesús: «Convertíos». Es decir, cambiad, cambiaos al Reino (Evangelio: Mateo 4, 12-33). El Reino es el sueño de Jesús; es, ni más ni menos, cambiar el mundo según el proyecto del Padre. Pero necesita ayuda, va enganchando al trabajo por el Reino a los que se atreven a irse con él, como aquellos pescadores que tuvieron el valor de seguirlo. Y nos invita a soñar con él, participar de su sueño y construir el Reino, empezando cada uno por sí mismo, por mejorar día a día, porque una buena casa no se construye con malas piedras. ¡Qué mal suenan los reproches de Pablo a los de Corinto (2ª lectura: 1 Corintios 1, 10-13. 17), que parecen estar divididos y enfrentados, apartados de la fraternidad de Jesús!

      Desde entonces hasta nosotros el mensaje es el mismo: cambiad, meteos en el Reino. Y todo esto nació en la Galilea de los gentiles, allí, en el lugar más humilde y desconocido del Imperio romano, apareció la luz (1ª lectura: Isaías 8, 23-9, 3). ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Pues sí, de Nazaret, Galilea, salió el sueño de Jesús, el sueño del Padre, el Reino.

sábado, 25 de enero de 2014

Jornada de la Infancia Misionera 2014

Como cada año, el cuarto domingo del mes de enero –día 26–, la Delegación diocesana de Misiones en coordinación con Obras Misionales Pontificias, lleva a cabo la Jornada de la Infancia Misionera. Una jornada en la que niños y adolescentes renuevan el compromiso de difundir el Evangelio en la sociedad.


En esta ocasión, la jornada lleva por lema “Los niños ayudan a los niños”, que es a la vez el resumen del carisma de esta Obra Pontificia, puesto que el punto principal de esta Obra es el papel particular de los “más pequeños”, quienes con su oración y su colaboración económica ponen su granito de arena para transformar el mundo con el mensaje alegre y esperanzador del Evangelio, experimentando lo que es ser “pequeños misioneros”.

En nuestra Diócesis, la jornada se celebra como culmen de las actividades que los niños misioneros han realizado a lo largo de todo el año, como por ejemplo Sembradores de Estrellas o encuentros por Vicarías. Gracias a actividades como estas y otras muchas, también llevadas a cabo en todo el mundo, Infancia Misionera Mundial financió en 2013 más de 3.000 proyectos pastorales y sociales en todo el mundo.

Diócesis de Córdoba 21/01/2013

domingo, 19 de enero de 2014

DOMINGO 2º del Tiempo Ordinario

      «El cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Evangelio: Juan 1, 29-34). El cordero, el inocente. ¿Por qué mataron a Jesús, el más inocente, el que siempre hizo el bien?

      A Jesús lo mataron los pecados, los pecados de todos, la envidia de los doctores, la intransigencia de los fariseos, la politiquería de Pilatos, la cobardía de los suyos. Su muerte parece una coalición de todos los pecados contra el justo, el inocente. Los mismos pecados que tenemos todos nosotros, que estaban allí, acechando al inocente. Parece una foto del mundo, antiguo y actual. Y necesitamos salir de los pecados, que nos destruyen.

      Eso es lo que nos ofrece Jesús, luz y fuerza para salir de los pecados, porque estamos llamados a ser un pueblo consagrado y santo (2ª lectura: 1 Corintios 1, 1-3).

      Eses es el sueño de Dios, una humanidad liberada del mal, libre, santa, y esa es la misión que nos han encomendado a los que creemos en Jesús: ser luz para otros, no descansar hasta los confines de la tierra (1ª lectura: Isaías 49, 3. 5-6).

sábado, 18 de enero de 2014

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos y Jornada Mundial de las Migraciones

Desde el día 18 hasta el 25 se celebra en toda la Iglesia esta Semana de Oración, bajo el lema “¿Es que Cristo está dividido?” (1 Cor 1, 1-17, 6-8). De igual forma, el domingo, 19 de enero, la Iglesia Universal conmemora la centésima Jornada Mundial de las Migraciones con el lema «Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor».

Semana de oración por la unidad MigracionesCartel
 
La Delegación Diocesana de Ecumenismo ha organizado un extenso programa de encuentros de oración, que se desarrollarán en las siguientes parroquias cordobesas:

- Lunes, 20 de enero: Parroquia Ntra. Sra. de la Esperanza, a las 19:00h.
- Martes, 21 de enero: Parroquia de Santa Rafaela María, a las 20:00h.
- Miércoles, 22 de enero: Parroquia de los Padres de Gracia, a las 19:00h.
- Jueves, 23 de enero: Parroquias de Santa Isabel de Hungría y la Inmaculada, a las 18:00h.
- Viernes, 24 de enero: Parroquia de San Rafael, a las 19:30h.

Además, la fiesta central será el domingo 19, “Domingo de la Unidad”. En esa jornada se celebrará una misa en la Catedral, a las 12 de la mañana, que presidirá el Obispo, don Demetrio Fernández, y a la que asistirán los miembros del Centro Ecuménico Testamentum Domini.

Asimismo, el lunes 27 de enero, coincidiendo con la clausura de la Semana de la Unidad, el Centro Ecuménico acogerá la presentación del documento “El testimonio cristiano en un mundo interreligioso”, elaborado conjuntamente por la Iglesia Católica, el Consejo Ecuménico de Iglesias y la Alianza Evangélica Mundial. El acto correrá a cargo de Manuel González Muñana, Delegado diocesano de Ecumenismo de Córdoba, a las 19:00h., en el centro ecuménico de la Diócesis (C/ Diego Serrano, s/n).

Diócesis de Córdoba 13 y 15/01/2014

domingo, 12 de enero de 2014

DOMINGO. Fiesta del BAUTISMO del Señor

 
      Preciosa formulación de la fe, hecha por Pedro en casa del centurión de Cesarea. Dios no hace distinciones: acepta al que practica la justicia, sea de la nación que sea, profese la religión que profese, solo con que sea sincero con su conciencia. Y esto lo sabemos por Jesús, porque estamos convencidos de que «Dios estaba con Él» (2ª lectura: Hechos 10, 34-38). 
 
      «Dios estaba con Él» significa lo mismo que «estaba lleno del Espíritu», animado por el Viento de Dios, como si Dios mismo se hubiese posado sobre él, como se posan suavemente las palomas. Por eso es el Hijo predilecto, y por eso el Bautista se sentía anonadado al tener que bautizarle (Evangelio: Mateo 3, 13-17).
 
      Es el Espíritu, el Viento de Dios, el que lo hizo como era: trae a las naciones la justicia, sin gritar, sin vocear por las calles, discreto como la brisa; sabe «con-padecer», no quiebra la caña cascada, no apaga el pábilo vacilante, abre los ojos de los ciegos, libera a los cautivos, porque su Padre le lleva de la mano, porque Dios estaba con Él (1ª lectura: Isaías 42, 1-4. 6-7).
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«El bautismo es la unción con el Espíritu Santo de cada uno de los bautizados, en orden a capacitarlo para la gloria. En el bautismo de Jesús en el Jordán tiene origen nuestro propio bautismo. Jesús se acerca hasta cada uno de nosotros, pecadores, carga con nuestros pecados en su propia carne, nos lava los pecados y, ungiéndonos con su Espíritu Santo, nos hace hijos del Padre, hermanos de los demás hombres y herederos del cielo. / Bautismo de Jesús, bautismo de los cristianos. No se trata de simple agua natural, se trata de un agua que lleva dentro el fuego del Espíritu Santo, que nos transfigura haciéndonos hijos de Dios». 
 
Mons. Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba

lunes, 6 de enero de 2014

Solemnidad de la EPIFANÍA del Señor

 
      La oscuridad cubre los pueblos (1ª lectura: Isaías 60, 1-6). A ratos nos parece que todo es horrible: miseria, hambre, muerte. ¿Será verdad que la gloria del Señor está amaneciendo? ¿Qué buscaban los magos de Oriente? ¿Un salvador? ¿De qué les tenía que salvar? (Evangelio: Mateo 2, 1-12). Los magos buscan, nosotros buscamos: ¿hay una estrella en el cielo que nos devuelva la esperanza? Recordemos las palabras de Juan XXIII al comienzo del Concilio: «Nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades, avezados a anunciar siempre infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos estuviese inminente. En el presente momento histórico, la Providencia nos está llevando a un nuevo orden de relaciones humanas que, por obra misma de los hombres, pero más aún por encima de sus mismas intenciones, se encaminan al cumplimiento de planes superiores e inesperados; pues todo, aun las humanas adversidades, aquella lo dispone para mayor bien de la Iglesia». Y no solo para la Iglesia, porque «los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio» (2ª lectura: Efesios 3, 2-3. 5-6). ¿Cómo nos atreveremos a ser luz para los demás? ¿No es una pedantería? No lo es, se trata de presentarles a Jesús para que sea Él la Luz de los pueblos.
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Dios ha venido a nosotros, pero ¿por qué?

Porque Dios Padre ha enviado a su Hijo Jesús, el Mesías, el Señor, la Luz del mundo de la que debemos ser los cristianos luminarias, luminarias de esa fe en Dios; seguidores y peregrinos de la estrella como los Magos; debemos dejarnos guiar por María, la Estrella con mayúscula, la mediadora junto a Jesús, entre Dios Padre y nosotros; debemos dejarnos amar por Dios ya que nos ha concedido la gracia de ser llamados Hijos suyos; Dios nos tiene tanto amor que se ha hecho uno de nosotros, está, por tanto, cerca de nosotros y se ha correspondido ese amor de los humanos a través de la humanidad divina de su Hijo, Jesucristo, que se sacrifica y corresponde a Dios Padre el amor de sus pobres hijos pecadores para alabanza de la gloria de su gracia. Es Jesús el que se revela hoy, en este día de la Epifanía se manifiesta ante todas las naciones y nos revela el rostro del Padre, a quien nadie ha visto jamás, y el Hijo único que está en el seno del Padre es quien lo ha dado a conocer. El Verbo, la Palabra se ha hecho carne y ha acampado entre nosotros; es Sabiduría pura y eterna, esa sabiduría la alcanzaremos viviendo al estilo de Jesús, confiando plenamente en Jesús y siendo solidarios con el prójimo, así pues, la Sabiduría habita en medio del Pueblo de Dios; la Palabra es Luz, es Vida, Verdad, Gracia, Salvación y Camino que recorrer guiados por la Estrella; caminemos sintiéndonos guiados por esa luminaria sin igual que nos llevará a la suma y excelsa Luz del mundo, Luz y Alegría de la fe; que contemplemos tan gran belleza y resplandor del amor, adoremos a Jesús que está en los brazos de la Virgen María, y que nos ilumine el Sol del nuevo día, la Luz del nuevo amanecer a la que ya han adorado los Magos tras seguir el resplandor de la estrella. Gracias Señor por tanto bien como haces, por tanta gracia que recibimos de ti al recibirte y acogerte en tu plenitud; que como luminarias te presentemos ante los demás como Luz de los pueblos, que no perdamos la ilusión de construir un mundo mejor, más digno de ti; seamos alegres, gozosos y dignos testigos de la Luz, como Juan, al sentirnos dichosos hijos de Dios. Amén.

«Por eso yo, que he oído hablar de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mi oración, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos». Carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 15-18.

Jesús Cuevas Salguero

domingo, 5 de enero de 2014

DOMINGO 2º de Navidad

      Desde siempre, Dios era Palabra (Evangelio: Juan 1, 1-18). Desde siempre era Padre, Palabra y Viento. Así se nos muestra en Jesús, porque nosotros, los que creemos en Él, nos damos cuenta de que es la mejor Sabiduría, porque se fiaba de su Padre, porque se dejaba empujar por su Viento.

      Por eso nos sale del alma bendecir a Dios, porque en Jesús nos lo ha regalado todo, nos ofrece una vida santa, movidos por su mismo amor, y estos días de Navidad tienen que estar repletos de agradecimiento y de oración «para que Dios nos dé sabiduría para conocer cada vez mejor a Jesús, para que comprendamos la esperanza a la que nos llama, la riqueza de la herencia que hemos recibido» (2ª lectura: Efesios 1, 3-6. 15-18).

      Navidad es como una puerta que aparece en medio de las tinieblas: la empujamos un poco y se derrama para nosotros una luz intensa, suave, que lo invade todo: nuestra vida, nuestras relaciones, nuestra fe en el futuro. Nos situamos ante el pesebre, contemplamos al Niño y dejamos que invada nuestra alma el más profundo agradecimiento.

miércoles, 1 de enero de 2014

OCTAVA de Navidad. Solemnidad de SANTA MARÍA, Madre de Dios

 
      Terminamos, y empezamos, el año poniendo los ojos en María, la madre de Jesús. Los pastores encontraron al niño con María, su madre (Evangelio: Lucas 2, 16-21), y nosotros también. Como dice Pablo (2ª lectura: Gálatas 4, 4-7), por ese niño, nacido de María, podemos llamar a Dios «Abbá», padre. Me atrevo a decir que María ha sido para la Iglesia no solo la madre de Jesús sino también la «Madre de Dios Padre». A lo largo de la historia, muchos prejuicios convirtieron a Abbá en el Dios Padre Todopoderoso Juez, lejano y más bien temible. La imagen maternal de Abbá quedó oscurecida. Pero el Espíritu sopla en la Iglesia, y el pueblo cristiano, privado de Abbá, recuperó la ternura y la confianza volviendo sus ojos a María. Y depositamos en María todo lo que necesitábamos creer de Dios: auxilio de los cristianos, refugio de los pecadores, consuelo de los afligidos... María, la madre de Jesús, salvó la Buena Noticia; por eso la llamamos Madre de la Iglesia, porque gracias a Ella no hemos perdido la esencia del mensaje de Jesús, hemos recuperado la confianza en Abbá. Hoy podemos cantar, como en la primera lectura (Números 6, 22-27): «Que el Señor nos bendiga y nos guarde, que nos haga sentir su presencia y nos conceda la paz».
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La fraternidad con Dios, aceptándolo como Padre y esforzándonos en vivirla al estilo de Cristo, hermano nuestro –que debe verse reflejada en nuestro comportamiento evangelizador y solidario, y, alegre, porque Jesús ha nacido gracias a María, su madre, que nos lo ofrece, y Madre Nuestra, porque Jesús nos la da también como protectora e intercesora de todos nosotros, como corazón puro y maternal que siempre está a nuestro lado, con el que siempre podemos contar–; y la fraternidad con el prójimo, la comunión plena con nuestros hermanos y nuestra familia –fuente de la que debe fluir y debemos aprender y experimentar por vez primera este valor y don, compartiendo nuestra riqueza (material y espiritual)–, es el fundamento y camino necesario para alcanzar la paz, y todo que en sí contiene, y, la alegría de la Navidad, de Dios con nosotros, que se hace mayor (se multiplica) cuanto más abramos nuestro corazón fraternalmente a los que nos acercamos y no la tienen, a los que sufren, como expresa el Obispo de Córdoba en su Mensaje de Navidad. Enfrentemos este nuevo año con fortaleza, valor y esperanza, tal y como nos exhorta el Papa; de esta forma nos encontraremos realizados, alcanzaremos nuestras metas y logros, tendremos la fuerza necesaria para salir al encuentro de nuestros hermanos infundida por Jesús que ha salido del seno del Padre para buscar a los hombres, y experimentaremos la paz, la alegría y la comunión con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos en nuestro corazón y en el de nuestra familia. ¡Feliz, Próspero, Fructífero y Fraternal Año Nuevo!

Jesús Cuevas Salguero