«El cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Evangelio: Juan 1, 29-34). El cordero, el inocente. ¿Por qué mataron a Jesús, el más inocente, el que siempre hizo el bien?
A Jesús lo mataron los pecados, los pecados de todos, la envidia de los doctores, la intransigencia de los fariseos, la politiquería de Pilatos, la cobardía de los suyos. Su muerte parece una coalición de todos los pecados contra el justo, el inocente. Los mismos pecados que tenemos todos nosotros, que estaban allí, acechando al inocente. Parece una foto del mundo, antiguo y actual. Y necesitamos salir de los pecados, que nos destruyen.
Eso es lo que nos ofrece Jesús, luz y fuerza para salir de los pecados, porque estamos llamados a ser un pueblo consagrado y santo (2ª lectura: 1 Corintios 1, 1-3).
Eses es el sueño de Dios, una humanidad liberada del mal, libre, santa, y esa es la misión que nos han encomendado a los que creemos en Jesús: ser luz para otros, no descansar hasta los confines de la tierra (1ª lectura: Isaías 49, 3. 5-6).