Desde siempre, Dios era Palabra (Evangelio: Juan 1, 1-18). Desde siempre era Padre, Palabra y Viento. Así se nos muestra en Jesús, porque nosotros, los que creemos en Él, nos damos cuenta de que es la mejor Sabiduría, porque se fiaba de su Padre, porque se dejaba empujar por su Viento.
Por eso nos sale del alma bendecir a Dios, porque en Jesús nos lo ha regalado todo, nos ofrece una vida santa, movidos por su mismo amor, y estos días de Navidad tienen que estar repletos de agradecimiento y de oración «para que Dios nos dé sabiduría para conocer cada vez mejor a Jesús, para que comprendamos la esperanza a la que nos llama, la riqueza de la herencia que hemos recibido» (2ª lectura: Efesios 1, 3-6. 15-18).
Navidad es como una puerta que aparece en medio de las tinieblas: la empujamos un poco y se derrama para nosotros una luz intensa, suave, que lo invade todo: nuestra vida, nuestras relaciones, nuestra fe en el futuro. Nos situamos ante el pesebre, contemplamos al Niño y dejamos que invada nuestra alma el más profundo agradecimiento.