domingo, 3 de febrero de 2013

DOMINGO 4º del Tiempo Ordinario

      Hoy leemos un página trsite del Evangelio (Lucas 4, 21-30): Jesús es rechazado en su pueblo, Nazaret. Será rechazado por muchos, por los reyes y los príncipes de Judá, por los sacerdotes y la gente del campo. Ya lo presentía Jeremías, experto en calamidades y persecuciones (1ª lectura: Jeremías 1, 4-5 y 17-19). ¿Por qué esa oposición tan feroz, que llevará a Jesús a la cruz? Lo explica Pablo (2ª lectura: 1 Corintios 12, 31-13, 13). Lo de Dios es amar, lo de Jesús es amar, el mandamiento nuevo de Jesús es que nos amemos. Y esto es Buena Noticia, pero no para todos. El que vive del odio, de la explotación del prójimo, del abuso del poder, de la envidia, de la venganza, del acaparamiento de bienes, de pisotear a los pobres, no puede, ni quiere, oír hablar de amor.

      Por eso, la señal del cristiano no es el éxito, sino la persecución. Porque el mal no puede tolerar al Bien. Los que mataron a Jesús entendieron muy bien que si lo de Jesús salía adelante acabaría con su mundo injusto, opresor, manipulador de Dios, explotador de los pobres. Nosotros, la Iglesia, muchas veces buscamos ingenuamente el éxito; está muy bien, pero debe ser el mismo éxito de Jesús, no otro.