«Jesús
se le quedó mirando con cariño». Se estaba haciendo ilusiones, le pareció que
aquel hombre podría atreverse a seguirlo (Evangelio: Marcos 10, 17-30).
Pero se
equivocaba, no había contado con que aquel hombre era muy rico. Hubo quizá un
momento en que el hombre se quedó mirando a Jesús y poco a poco fue bajando los
ojos y retrocediendo. Estoy seguro de que Jesús se quedó triste. Y estoy seguro
porque lo vemos todos los días: «más fácil le es a un camello pasar por el ojo
de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios».
Los discípulos (y
nosotros) no pensamos así, pero esta es la sabiduría de Jesús y es sensato
aceptar la sabiduría de Dios y no preferir la nuestra (1ª lectura: Sabiduría 7,
7-11).
Es sensato abrir el espíritu a la Palabra, dejarla entrar hasta lo más
hondo (2ª lectura: Hebreos 4, 12-13). Jesús puede poner al revés nuestra
sabiduría y seguirlo pude parecer oscuro. Pero en eso consiste precisamente
nuestra fe: en creerlo, en confiar en él, en pensar como él.