domingo, 4 de octubre de 2015

DOMINGO 27º del Tiempo Ordinario


      Jesús apenas se refiere a estos temas. La enseñanza que aparece en el Evangelio (Marcos: 10, 2-16) tiene dos características notables. Primero, contradice la práctica antiquísima de Israel por la que el varón podía despachar a su mujer simplemente porque ya no le gustaba, dándole un documento de divorcio, o tener varias concubinas.
      Israel entendió muy poco sobre la dignidad de la mujer, aunque el segundo relato de la Creación (1ª lectura: Génesis 2, 18-24) se atreve a afirmar que ambos son uno: «Por eso el hombre abandona padre y madre, se junta a su mujer y se hacen una sola carne». Pero, de hecho, y aun como Palabra de Dios, la mujer se consideraba un ser inferior y propiedad del varón. Jesús cambia totalmente esta concepción y trata a las mujeres igual que a varones, por más que la Iglesia pareciera no enterarse.
      En la segunda lectura (Hebreos 2, 9-11), se dice algo muy inspirador: «El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos». ¿Habla solo de los varones, o está entendiendo ya que «los santificados» son todos, mujeres y varones?