domingo, 27 de septiembre de 2015

DOMINGO 26º del Tiempo Ordinario


      «No es de los nuestros», por tanto no es de Dios. ¡Qué vieja y mezquina tentación! Solo nosotros conocemos a Dios. Dios es nuestro y solo nosotros tenemos su Palabra. Nosotros, la Iglesia, hemos llegado a afirmar (¡como dogma de fe!) que fuera de la Iglesia no hay salvación. Jesús piensa todo lo contrario (Evangelio: Marcos 9, 38-43. 45. 47-48).
      El espíritu es precisamente al revés, como el de Moisés (1ª lectura: Números 11, 25-29): «¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!». Además, a Jesús le importa menos si alguien hace prodigios que su modo de vivir generoso, compasivo, exigente, consecuente con su fe.
      La segunda lectura (Santiago 5, 1-6) hace una aplicación concreta. Repudia a los ricos y emite un juicio espectacular: «El jornal defraudado a los obreros que han cosechado vuestros campos está clamando contra vosotros; y los gritos de los segadores han llegado hasta el oído del Señor de los ejércitos». Por mucha religión que profeséis de boca, no agradáis a Dios. Y esta formidable comparación: «Os habéis cebado para el día de la matanza».