martes, 15 de septiembre de 2015

Memoria de Nuestra Señora de la Soledad


Hace una semana justo festejábamos la natividad de la santísima Virgen María, además de celebrar la festividad de nuestra Patrona: la Virgen de la Estrella. Hoy, día 15 de septiembre, como cada año, tras haber celebrado ayer la fiesta de la Exaltación de la santa Cruz, se presenta nuestra Señora al pie de la misma, en su mayor Dolor, en su soledad y desconsuelo. Ya ha sido convertida por su Señor, su Hijo, Jesús, en Madre de todos, de la Iglesia, del mundo: Madre buena, atenta y amable para sus hijos; pero, al mismo tiempo, la profecía de Simeón se ha hecho más latente que nunca en su corazón: la espada de dolor ha traspasado su alma. Ha quedado sola, dolorosa, angustiada, llena de lágrimas; quizá se pregunte: ¿este era el plan que me anunció el ángel del Señor? Seguro que, pese a ello, confía en su Señor, en Dios y en su santo Espíritu; ¡sí, confía!, ¡sí, sé ejemplo para tus hijos!, escucha. Desde luego María santísima en su Soledad nunca dejó de tener fe en esa promesa que el ángel le anunció, nunca desconfió y siempre tuvo presente el mandato de su Señor. Ojalá practiquemos como Ella nuestra fe, obremos y actuemos, aceptando de palabra y de hechos todo aquello bueno cuanto se nos proponga: construiremos un mundo esperanzador, prometedor y pacífico; seremos aliento, vida y luz para este mundo, plenitud, para esta sociedad en la que vivimos, que tanta Luz necesita, tanto a Cristo y a María –como ellos mismos se necesitaron, el uno al otro, Madre e Hijo (maestros honorables), admirables–, tanta Estrella y guía, luz del caminante, tanta fuente inagotable de paz y bondad, como reza el himno de nuestra Señora de la Estrella coronada.
¡Felicidades, Madre amantísima: María santísima de la Soledad!
Jesús Cuevas Salguero 15/09/2015