¡Buen, gozoso y feliz día!
Se ha
convertido este saludo en uno especialmente propio para el día en el que nos
encontramos, para el día que celebramos, para el día que compartimos
comunitariamente: el día de todo villarrense, hijo suyo; nuestro gran día.
Formamos parte de la familia que congrega a los hijos de María, de ello nos
gozamos, de pertenecer a su casa, de celebrar su memoria en la que es casa de Dios;
estamos felices, llenos de bien, repletos hasta el colmo, hasta la saciedad, la
que completa, hace plena y llena nuestra fe. Este 8 de septiembre es el culmen
de todo un año, fin y comienzo, es la fiesta grande de nuestro pueblo; ¿por
qué?: porque hoy es su día, el día que la vio nacer, el glorioso día de su
natividad en el que festejamos a nuestra Madre y Patrona, Reina de nuestras
almas y de nuestro pueblo, de nuestra familia, congregada, en torno a Él y a
Ella: la Virgen de la Estrella y su Niño, Jesús. Sus hijos se disponen, como
hace un año justo, a conmemorar su día participando de la celebración de la
Santa Misa y paseando a su Virgen por su pueblo, que la ama como Ella lo ama a
él, que la sigue, a imagen y semejanza de sí, Señora y abogada nuestra.
La Estrella
vuelve a cautivarnos, a concentrar nuestros corazones en torno al suyo, a
dirigirnos su mirada para que la atendamos y la correspondamos como se merece;
comparo este hecho con aquel que se produce en cada Eucaristía, cuando el
sacerdote consagra el pan y el vino, convertidos en el Cuerpo y la Sangre de
nuestro Señor Jesucristo. A cada instante, en estas fiestas, que celebramos
devotamente en su honor y memoria, dedicadas a Ella, María de la Estrella nos
invita a rezarle, a tenerla en cuenta, a acompañarla. Ese acompañamiento exige
un compromiso: ser fiel a su amor, al amor que constituye junto a su bendito
Hijo; ¿cómo ponerlo en práctica?: reuniéndonos, encontrándonos, uniéndonos, por
y para sí, por y para nosotros. Sí, por el bien que constituye el sentimiento
servicial correspondido, el que prueba que somos creación suya, a imagen y
semejanza de sí: de ese Dios que tanto nos quiere que ha dado, entregado y
puesto a nuestra entera disposición a su Hijo, ofrecido; así como a la que ha
convertido en su Madre y madre nuestra, madre admirable, buena, amable,
sencilla, servicial, atenta. María ha de reinar en nuestras almas para que
nuestros corazones constituyan un solo corazón, que responda a la llamada que a
cada instante nos hace, Ella y Jesús, la llamada que consiste en querer, amar,
entregar, todo, para el bien del prójimo y de nuestro Señor, porque si lo
hacemos nos estaremos aproximando, poquito a poco, a ese Reino prometido, a ese
proyecto, a la promesa de la Salvación, de la que somos parte fundamental. Así
hemos de sentirlo y hacerlo con nuestro trabajo, contribuyendo, como María,
como la Estrella que nos ilumina; eso fue lo que la motivó y la condujo a decir
«Sí», porque estamos invitados a ello y no podemos dejar de dejarnos llevar por
ese sentimiento despertado en nuestro interior, que nos lleva a practicar los
valores que laten en la Palabra santa de su Señor, nuestro, en la que, sin
duda, la Estrella, Señora, Virgen y Madre nuestra, confió. ¿Estamos preparados,
listos, dispuestos, para afrontar la misión, para llevar a cabo la tarea, para
colmar la obra redentora propuesta para bien salvífico nuestro?
En último
lugar, he querido dejar mi particular felicitación a vosotras, Estrellas, que,
como en tantas otras muchas ocasiones he dicho, tenéis el gozo, el deber y la
satisfacción de celebrar este, vuestro día, en el más especial, grande y
señalado de cuantos existen en el calendario de esta Villa, la nuestra, la
suya, la del Río; la villa bendita en la que María quiso aparecerse con el
signo de la Estrella para encomendarnos una misión prometedora a cada uno de sus hijos, para
alentarnos a unirnos a la tarea y construir una comunidad, un pueblo, una
hermandad fraterna, en torno a Ella. Mis más sentidas, sinceras y alegres
felicitaciones en este, vuestro y su día, en este luminoso 8 de septiembre que
compartís con la Madre que nos ayuda, consuela y comprende: María santísima, en
su preciosísima advocación de la Estrella.
Jesús Cuevas Salguero 8/09/2015