jueves, 1 de noviembre de 2012

Solemnidad de TODOS LOS SANTOS


      El origen de esta fiesta hay que buscarlo en la dedicación del Panteón romano de Santa María y a todos los mártires. Desde el siglo IX, por iniciativa del monje Alcuino, reunimos también en la fiesta de este día a todos nuestros santos. Y cuando decimos «todos», nos referimos con alegría a la totalidad de los salvados por la misericordia de Dios.

      Esta celebración tiene muchas y profundas lecturas. Fijémonos hoy en que es la fiesta de los santos anónimos, los que no fueron canonizados, los que no tienen altar, los que no tuvieron seguidores que llevaran adelante sus procesos de canonización. Son santos y santas que quizás hemos conocido y han convivido con nosotros (quizás fueron familiares y amigos nuestros), que amaron a Dios, le fueron fieles en el anonimato y cumplieron las bienaventuranzas, piedra de toque del cristiano (Evangelio: Mateo 5, 1-12). Todos ellos merecen ese premio que sólo Dios les puede y les quiere dar (2ª lectura: 1 Juan 3, 1-3), puesto que en este mundo no recibieron ninguna recompensa. Son muchísimos. Sólo Dios los puede contare (1ª lectura: Apocalipsis 7, 2-4 y 9-14). Esta fiesta es el triunfo de la redención realizada por Cristo.