domingo, 10 de febrero de 2013

DOMINGO 5º del Tiempo Ordinario

      Es emocionante la sinceridad de Pedro (Evangelio: Lucas 5, 1-11): siente que está en presencia de algo divino, y queda aterrado, porque se sabe pecador. Pero eso no es obstáculo para Jesús y sigue llamando a Pedro para que sea su apóstol, su mensajero.

      Lo mismo sucede en la segunda lectura (1 Corintios: 15, 1-11). Pablo sabe muy bien quién es: ha sido perseguidor de los cristianos, ha encarcelado a muchos: «Soy el menor de los apóstoles, y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios». Y sabe que su vocación es un milagro del poder y del amor de Dios: «No he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo».

      Bellas historias de vocación, de llamamiento de Dios, como la de Isaías (1ª lectura: Isaías 6, 1-2 y 3-8): «Entonces escuché la voz del Señor que decía: ¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí? Contesté: Aquí estoy; mándame».

      Es lo mejor que nos puede pasar: sentir que Dios me llama, me necesita; y ser capaz de responder: «Aquí estoy; mándame».