domingo, 22 de marzo de 2015

DOMINGO 5º de Cuaresma

      «Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones» (1ª lectura: Jeremías 31, 31-34). Durante siglos, la fe de Israel va madurando. Con Jeremías alcanza ya cumbres que se asoman al mismo Jesús. Y aquí tenemos una de ellas, además muy importante: la Alianza, la Ley, la Religión misma no consiste en cosas externas, sino en un «cambio de corazón»; estamos cerca del consejo básico del mensaje de Jesús que dice «convertíos». Esta conversión tiene un momento decisivo: la presencia del mismo Jesús, la Palabra hecha carne.

      En el Evangelio (Juan 12, 20-33) vemos cómo lo entiende Jesús: sabe que ha llegado su hora, que es a la vez cruz y glorificación, muerte y éxito. Sabe que el grano de trigo está a punto de morir para dar inmenso fruto.
 
     Y la Iglesia comprende (2ª lectura: Hebreos 5, 7-9) que la obediencia de Jesús, la aceptación de su misión hasta la muerte, es realmente «consumación», plenitud, salvación para todos nosotros.

      Son textos cargados de teología, quizá difíciles de entender; son el esfuerzo de los primeros pensadores cristianos para acercarse a comprender profundamente a Jesús.