Jesucristo, autor de la nueva vida, pasó por este mundo dando, sin esperar nada a cambio; más bien, sabiendo que, a cambio de unas cuentas monedas, iba a ser traicionado. A pesar de todo, Jesucristo vino a entregarnos una vida imperecedera, una vida que ni siquiera la muerte nos puede arrebatar; sobre esta base, quedó fundada su Iglesia, comunidad de sus discípulos, ungida con el Espíritu Santo el día de Pentecostés.
María Santísima, Madre de Cristo, es madre de todos cuantos, libremente, hemos decidido seguir a Jesús; el Hijo de Dios nos dio su bien más preciado: su madre.
Por tanto como hemos recibido de Dios, no nos olvidemos de darle gracias cada día de nuestra existencia, especialmente hoy, primer domingo de mayo, y durante todo este mes de María, por ser hijos de tan excelsa madre: la Virgen, Madre de Nuestro Señor.