domingo, 9 de diciembre de 2012

DOMINGO 2º de Adviento


      Escuchamos el grito del Bautista, que describe su misión en el desierto. Es el heraldo de un acontecimiento extraordinario (Evangelio: Lucas 3, 1-6). Hay que prepararse para un cambio decisivo en la historia del mundo: el mismo Dios va a venir a nosotros.

      Todos verán la salvación de Dios, como estaba profetizado desde antiguo (1ª lectura: Baruc 5, 1-9) y entrevisto en el gozo y el esplendor de la ciudad santa, conducida por Dios en el futuro.

      El Bautista, el último de los grandes profetas, que une el Antiguo con el Nuevo Testamento, predica que la salvación ya está aquí y ahora.

      Es un momento histórico concreto y el Evangelio quiere explicitar las diversas autoridades de la época: el emperador Tiberio, Poncio Pilato, Herodes... ¿Qué tengo que allanar y arreglar en los caminos que llevan a mi corazón para que Dios pueda entrar y quedarse en él? Como Baruc, Pablo también expresa su alegría y optimismo (2ª lectura: Filipenses 1, 4-6 y 8-11): «Siempre que rezo por vosotros, lo hago con gran alegría... Y ésta es mi oración: que vuestra comunidad de amor siga creciendo más y más».