En efecto, los teólogos explican que el Señor la enriqueció con tanto mimo que, ya en el momento de su Inmaculada Concepción, Ella era la «llena de gracia», como el ángel Gabriel la llama en Nazaret (Evangelio: Lucas 1, 26-38).
El gozo de María porque el Señor ha hecho en ella cosas grandes es de toda la humanidad. Su concepción inmaculada es como un prólogo a la redención universal. Ella tenía que concebir después el Verbo que transciende todo lo creado.
En previsión de la muerte redentora del Salvador, el Señor «la vistió con un traje de gala y la envolvió en un manto de triunfo, como novia que se adorna con sus joyas» (Isaías 61, 10). Para Dios es fácil elegir en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales desde antes de crear al mundo (2ª lectura: Efesios 1, 3-6 y 11-12).