El Antiguo Testamento se extasía ante la Sabiduría de Dios (1ª lectura: Proverbios 8, 22-31): «El Señor me estableció al principio de sus tareas al comienzo de sus obras antiquísimas»; pero la Buena Noticia llega aún más lejos: «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (2ª lectura: Romanos 5, 1-5).
Jesús, que se sentía Hijo ante su Padre, es la Palabra del Padre y transmite ese Viento del Padre que nos renueva y nos hace hijos también a nosotros.
El amor del Padre es el principio creador, el amor de Jesús es el que nos lo muestra. El Viento de Dios inflama nuestro amor para que también nosotros esparzamos ese mismo amor a todos nuestros hermanos. Desde Jesús, todo se transforma en una historia de amor, de fuego, de viento, que nace y termina en el Corazón de Dios.