domingo, 22 de junio de 2014

DOMINGO. Solemnidad del CUERPO y la SANGRE de CRISTO


      Moisés recuerda al pueblo que, al atravesar el terrible desierto, contó con la ayuda de Dios, «que te sacó de la esclavitud…, que sacó para ti agua de la roca y te alimentó en el desierto» (1ª lectura: Deuteronomio 8, 2-3) «con maná que no conocieron tus padres».

      Nosotros tenemos otro maná, que inventó Jesús, que es nuestro alimento, nuestra agua y nuestro vino, la Cena del Señor: el pan que comemos y el cáliz de que bebemos nos une a todos en un solo cuerpo, formamos todos un mismo cuerpo, porque nos alimentamos todos del mismo pan, Jesús (2ª lectura: 1 Corintios 10, 16-17).

      Y Juan va más allá: los efectos de comer ese pan y beber  ese vino es ponernos a los pies de todos (Evangelio: Juan 6, 51-58) como Jesús, y no solo en el gesto de la cena, sino en cada minuto de su vida. Esa es la esencia de comulgar, de comulgar con Jesús: servir, como él mismo vivió. Comulgar con Jesús, partir el pan con los demás y beber juntos su vino, alimentar en Jesús todos los criterios, todos los valores, su mismo estilo. Para eso es la comunión, para aceptar aquellas tremendas palabras de Jesús: «Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros».