Cada 8 de septiembre, la Iglesia universal celebra la fiesta de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María. Por su parte, Villa del Río, en este, su día grande, conmemora a su patrona: María Santísima de la Estrella Coronada.
La Virgen, al igual que Jesús, el Hijo de Dios, nació en el seno de una familia humilde de Nazaret. Como Jesús, la Virgen vivió su infancia junto a un padre y a una madre cuyo día a día fue muestra sustanciosa de un valioso estilo de vida. Gracias a ello, la Bienaventurada Virgen no dudó, ni siquiera un instante, en anteponer el extraordinario plan que Dios había proyectado sobre su persona a las vanas aspiraciones humanas; tanto fue así que se declaró esclava de su señor, Nuestro Señor. Su desmesurada humillación fue la clave que la llevaría a ser designada madre de Cristo.
En el mes de julio del año 1495, junto a una fuente y en medio de una zarza, cercana a los trigales, Nuestra Señora de la Estrella apareció ante unos segadores. Como la Bienaventurada Virgen, estos sencillos trabajadores agrícolas fueron elegidos ―si bien, en este caso, por mediación de María Santísima― para dar testimonio de Cristo a los lugareños de una pequeña aldea junto al río Betis. En aquellos cinco segadores que tuvieran la dicha de encontrar a la bendita imagen debemos fijar nuestra atención, ya que su profusa fe en el Señor los convirtió en primeros transmisores de una genuina devoción mariana.