María aceptó, sin condición alguna, el extraordinario plan que Dios había proyectado sobre su persona, entregando cada instante de su laudable existencia al servicio del Señor. En este sentido, su irreprochable actitud fue clave para la completa realización de la obra redentora del Padre, a través del Hijo. Asimismo, María se mantuvo fiel hasta el último instante, en que Jesús descansó muerto en sus brazos.
En esta jornada, dedicada a los dolores de la Santísima Virgen, deberíamos examinar nuestra conciencia y preguntarnos si nuestro comportamiento se ajusta a los parámetros de la encomiable actitud de María o si, por el contrario, somos tan débiles que nuestra fortaleza decae, fácilmente, ante la adversidad; si es así, quizá sea porque, aún, no confiamos lo suficiente en el Señor.