Son emocionantes las palabras de Jesús: de aquí en
adelante podemos llamarlo «amigo». El mejor amigo, porque él mismo se ha
definido así.
Atrás quedó el sentirse siervo, incluso de Dios. Hay otras
palabras mucho mejores como hijo, amigo o hermano.
Convertirse significa cambiar el corazón a esas palabras (Evangelio:
Juan 15, 9-17). El origen de todo esto está en Dios.
La razón de nuestra
amistad, de que lo llamemos Abbá (papá) no está en nosotros mismos sino en que
él nos quiere más que nuestras madres (2ª lectura: 1 Juan 4, 7-10).
Y eso no es
privilegio de unos pocos (del pueblo de Israel, de la Iglesia), porque así es
Dios con todos.
Es precioso el descubrimiento de Pedro acerca de los paganos de
Cesarea: «Han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros».
Así nace la
Iglesia «católica», es decir, universal, con una gran noticia: no existe pueblo
elegido, sino que existe el amor de la madre por todos sus hijos.