Una mujer con flujos de sangre que los médicos no saben curar. Una niña a punto de morir, incluso dada por muerta (Evangelio: Marcos 5, 21-43). Una sociedad injusta, desnivelada, en la que unos disfrutan de todo y otros mueren de miseria (2ª lectura: 2 Corintios 8, 7-9. 13-15).
¿Quién podrá vencer al mal, que es enfermedad, necesidad, injusticia y muerte?
Porque Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes. Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser (1ª lectura: Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-25). Pero ¿lo podemos creer contemplando tanto dolor del mundo? Quizá no lo podemos entender, pero sí podemos saber qué hace Dios, mirando a Jesús: curar, dar vida, atender a todos los que lo necesitan; y esto no es solo el trabajo de Dios, sino también el nuestro.
En casa de Jairo se rieron de Jesús, pero no importa, él a lo suyo, a curar, a dar vida. Son los otros, los que trabajan para la muerte y la injusticia, los que se equivocan.