domingo, 9 de junio de 2013

DOMINGO 10º del Tiempo Ordinario

      El Evangelio (Lucas 7, 11-17) cuenta que Jesús devuelve a la vida a un joven, hijo único de su madre viuda. La primera lectura (1 Reyes 17, 17-24) narra cómo el profeta Elías hace lo mismo con el hijo de la viuda que le hospedaba en su casa. Y es que Dios no cambia: siempre es el que da la vida, el que quiere que todo el mundo se salve, que trabaja incesantemente por sus hijos, que es capaz de entregar a su mismo Hijo primogénito para la salvación de todos, porque tiene «entrañas de misericordia». Y éste es el Evangelio (la Buena Noticia) que anuncia Pablo en la segunda lectura (Gálatas 1, 11-19), que no es un descubrimiento humano ni una filosofía, sino el mensaje del mismo Dios, el que anuncian al mundo los enviados de Jesús, porque Jesús es el enviado del Padre.

      Aquí está el corazón de nuestra fe: recibimos la Buena Noticia de parte de Dios mismo, porque la hemos escuchado de Jesús, Palabra del Padre. Y esto somos la Iglesia, los que anunciamos esa Buena Noticia de parte de Jesús, por encargo suyo.