domingo, 2 de junio de 2013

DOMINGO. Solemnidad del CUERPO y la SANGRE de CRISTO



      Desde tiempos de Abrahán, el pan y el vino son símbolos sagrados (1ª lectura: Génesis 14, 18-20). Los granos de trigo y de uva, machacados unos y prensados otros, sirven para hacer el pan que nos da fuerzas para trabajar y el vino que alegra nuestro corazón. Jesús también se vio a sí mismo como pan y vino. El grano de uva es machacado y exprimido. Y así es precisamente como llegan a ser fecundos. Eso es Jesús. Y a eso nos llama, a que nuestra vida sea pan y vino para los demás.

      Ya lo entendían así los de Corinto al celebrar la Cena del Señor (2ª lectura: 1 Corintios 11, 23-26). Y el mismo Jesús, cuando dio de comer a la multitud junto al lago, dejó muy claro el sentido de su acción: «Dadles vosotros de comer» (Evangelio: Lucas 9, 11b-17). Porque no se trata sólo de alimentarse de Jesús, sino también ser pan y vino como Él para los demás. El mundo tiene hambre y hay pan y vino para saciarlo, y nuestra misión es dar de comer, porque nosotros tenemos ese pan, un pan que da vida eterna: Jesús.