domingo, 23 de junio de 2013

DOMINGO 12º del Tiempo Ordinario

      «Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús» (2ª lectura: Gálatas 3, 26-29). La fe en Jesús nos hace a todas las personas iguales ante Dios. Por eso importa tanto la pregunta del Evangelio: «Vosotros ¿quién decís que soy yo?» (Lucas 9, 18-24). De su respuesta depende todo.

      Si pensamos que Jesús es un dios disfrazado de hombre, un extraterrestre, o si pensamos que sólo es un gran hombre, sin más, no encontraremos a Dios en Él. Nosotros, como Pedro, conocemos a ese hombre y en ese hombre conocemos a Dios. Porque «Dios estaba con Él» (Hechos 10, 38).

      Esto es lo que esperaba Israel sin saberlo. Todas las promesas mesiánicas (1ª lectura: Zacarías 12, 10-11; 13, 1) se van a realizar en Jesús. Pero no como las esperaba Israel, como un Mesías Rey triunfador sobre otros pueblos, sino como un humilde carpintero que llegará hasta el punto de dar la vida en la cruz para que conozcamos el amor infinito del Padre.