Está mandado: «ojo por ojo y diente por diente». Está mandado: «amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo». Sí, todo eso estaba mandado por la vieja Ley. «Pero yo os digo». Y ¿quién lo dice? ¿Acaso algún doctor prestigioso, o un concilio de doctores y sacerdotes? No. Lo dice una artesano pobre y sin estudios, natural de Nazaret, de donde no se esperaba nada bueno.
¿Quién es ese maestro sin cualificación alguna que se atreve a corregir «la Ley»? (Evangelio: Mateo 5, 38-48). Que nadie se engañe: si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que abandone su sabiduría y se cambie a la sabiduría de Jesús, porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios (2ª lectura: 1 Corintios 3, 16-23).
Esto lo sabía Israel desde tiempos antiguos, cuando ponía en boca de Dios los mandatos de Moisés. Pero aquello también quedó viejo. Y Jesús es lo nuevo. Siglos y siglos de cumplir la Ley, y resulta que hay algo mejor, más liberador, más fraternal, más de Dios. Y es que no está hablando Moisés, está hablando el Padre por boca de su Hijo predilecto.