domingo, 4 de mayo de 2014

DOMINGO 3º de Pascua

      Una vez más, los discípulos recuperan la fe. La cruz había matado su fe. Ellos creían que Jesús iba a ser el Mesías esperado, el gran rey de Israel. Su muerte en la cruz disipó todas las esperanzas: «Nosotros esperábamos que él sería el futuro libertador de Israel… pero ya van dos días…» (Evangelio: Lucas 24, 13-35).

      El encuentro con Jesús los va a cambiar de arriba abajo, van a entender las Escrituras, se les abren los ojos y re-conocen a Jesús, porque antes apenas si lo conocían. Hasta el punto de que toda su fe va a sufrir un cambio radical: «por Cristo, vosotros creéis en Dios» (2ª lectura: 1 Pedro 1, 17-21). Antes creíais en Yahvé, fiándoos de Moisés y las Escrituras. Ahora creéis en Abba, porque os fiais de Jesús. Y ¡qué poderosa es la fe de aquellos primeros seguidores de Jesús! El día de Pentecostés, Pedro, que había negado a Jesús por miedo a una criada, se atreve a hablar de Jesús ante todo el pueblo: «Vosotros lo matasteis en una cruz, por mano de paganos, pero no era posible que la muerte lo tuviera bajo su dominio» (1ª lectura: Hechos 2, 14. 22-33). También Pedro ha resucitado: estaba muerto de miedo, muerta su esperanza y su fe. Ahora no: la fe en Jesús lo ha hecho valiente, se ha transformado en apóstol (enviado) de Jesús.