Durante tres domingos, vamos a leer parábolas, que es lo mejor de Jesús. Hoy vamos con la del sembrador (Evangelio: Mateo 13, 1-23). La conocemos de sobra: Dios siembra constantemente su Palabra. No hace falta ir a buscarla, Él nos la da constantemente, como si cayera siempre una lluvia fina, agradable, persistente (1ª lectura: Isaías 55, 10-11). Pero nosotros solemos abrir entonces nuestros paraguas. Así la tierra buena, que se deja fecundar, la tierra llena de piedras, de zarzas. Jesús conoce muy bien el corazón humano.
Hay dos detalles preciosos en este Evangelio. Jesús tiene que subirse a la barca de Pedro por la cantidad de gente que se apretuja en la playa para oírlo. Tenemos que disfrutar con esta escena, con la fascinación que produce Jesús. Y luego, en casa, alrededor de la mesa, les explica más cosas a sus amigos. La palabra alrededor de la mesa ¿no le suena un poco a la Cena del Señor? Y todo esto es para el camino, cuando aún no somos lo que seremos, porque al final nos espera el éxito, cuando ya no quede frustración ni dolor, cuando veamos a Dios cara a cara (2ª lectura: Romanos 8, 18-23).