Santiago es el patrón de España. Nuestro país vive momentos difíciles que pueden llevar a algunos al desánimo. Podría parecer que todo va a perderse, especialmente cuando ciertas leyes desprotegen a las familias o dificultan el derecho que tienen los padres a educar a sus hijos. Igualmente ciertas tendencias laicistas pretenden arrinconar a la Iglesia y borrar toda huella cristiana. En cierto sentido podemos decir que se ha desatado una auténtica batalla contra los derechos de Dios y que se pretende eliminar toda referencia a Él.
En ese contexto el evangelio de hoy es muy iluminador. De la actitud de los Zebedeos aprendemos que están seguros de la victoria de Jesús. Por eso piden un lugar importante cuando Jesús instaure su reino. Nosotros necesitamos de esa confianza. Hemos de hacer crecer nuestra certeza de que nada puede contra el designio de Dios. Su voluntad se va a realizar en la historia y ningún poder puede oponérsele.
Pero también, del correctivo del Señor aprendemos otra cosa. Jesús es el Señor de la historia y nada debe hacernos dudar. Pero eso no significa que los acontecimientos vayan a desarrollarse según nuestras previsiones. El Señor tiene su plan misericordioso cuya realización es segura. Sabemos que incluía su paso por la cruz, con todo lo que suponía de dolor y humillación.
Jesús señala que sus apóstoles han de unirse al misterio de la Cruz para la instauración del Reino. Ellos van a participar del triunfo de su Maestro, pero para ello han de seguir su camino. Gran lección válida también para todos nosotros en el día de hoy.
Hoy le queremos pedir a Dios por España, por su unidad y la buena convivencia entre todos sus habitantes. También le queremos pedir por el fin del terrorismo, por la solidaridad entre todas las regiones; le pedimos por nuestras raíces cristianas, para que sigan alimentando nuestro presente en sus realizaciones sociales y culturales… le pedimos muchas otras cosas, especialmente por las necesidades de la Iglesia en nuestro país y por nuestros obispos…
En nuestras peticiones tenemos la seguridad de que Dios vencerá y de que para Él todo es posible. Pero sentimos también que el Señor nos pide que nos unamos a Él en un camino que puede conllevar sufrimiento. No podemos dejar la cruz precisamente porque sabemos que el Amor de Dios vence desde ella.