La cizaña, el grano de mostaza, la levadura (Evangelio: Mateo 13, 24-43). Jesús no lanza ideas sublimes sobre Dios. Habla de lo que ve, de lo que todos vemos: las malas hierbas, la buena semilla poderosa y pequeña, la discreta levadura capaz de fermentar una gran masa sosa e incomestible.
¿Cómo consigue Jesús hablar de Dios y de la vida con imágenes tan fáciles y tan bonitas? Porque ve a Dios en todas las cosas, Jesús entiende el mensaje de todas las cosas. Por eso, con todas las cosas puede hablar de Dios. Las parábolas nacen de los ojos de Jesús, el mejor contemplativo de las historia.
La primera lectura (Sabiduría 12, 13. 16-19) muestra un espíritu semejante: «No hay más Dios que Tú, que cuidas de todo... enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano y diste a tus hijos la dulce esperanza...».
También Pablo (2ª lectura: Romanos 8, 26-27) vive en ese mundo: «El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad... Dios escudriña los corazones y sabe cuál es el deseo del Espíritu».