domingo, 12 de octubre de 2014

DOMINGO 28º del Tiempo Ordinario (Fiesta de NUESTRA SEÑORA del PILAR, PATRONA de la HISPANIDAD)

 
¡Oh, Madre bendita del Pilar!
Haz que construyamos sobre tu columna,
sustento de nuestra fe, esperanza y caridad,
un corazón digno de ti, correspondido,
digno del prójimo, bueno y amable;
que la vestimenta de dicho corazón
sea agradable al Padre, sea como la del Hijo,
y llegue a tu presencia a través del Espíritu;
que, mediante su gracia, sepamos infundir
en el hermano los frutos de esa experiencia,
de esa vivencia sentida, vestidos de fe, de amor.

¡Permítenos, oh, dichosa Madre del Pilar,
ser llamados y elegidos!;
para ello derrama sobre nosotros la alegría y la paz,
que con amor hemos de llevar a todos, a tus hijos
y hermanos nuestros, para que se sientan testigos de tu Hijo,
y acepten la llamada, la invitación al Reino,
siendo correspondidos y elegidos por Jesús
al seguir su camino feliz y dichoso, el bueno.

María, Pilar de la fe, de la nuestra,
Patrona de la Hispanidad,
concédenos la gracia de ser los elegidos,
de que los pueblos de los que eres Patrona
vayamos contigo, de tu mano, unidos,
en un mismo corazón, por el bien de nuestra nación,
de nuestro mundo, de nuestra familia,
el que merecemos si obramos bien,
el digno de cualquier ser humano bueno,
el que honra a quien es honrado;
ese es el camino de Jesús y María,
el que nos enseña y muestra el Señor,
en su Palabra, para que lo sigamos.
 
      Aceptar la invitación a la boda, la fiesta, al buen comer y beber, a disfrutar con los amigos... o despreciarla para dedicarse a sus cosas, las habituales, las rentables. Parece que a partir de las bodas de Caná a Jesús le gustaba hablar del reino con el signo de las bodas, aunque comprobaba que no pocos se las perdían (Evangelio: Mateo 22, 1-14). La invitación a la gran boda, el Reino, el proyecto de Dios, no es para unos pocos; está lanzada por los caminos del mundo: «que vengan todos a la boda». Es una invitación a aceptar el estilo de Jesús, a aprender a vivir en hartura y hambre, abundancia y privación (2ª lectura: Filipenses 4, 12-14), salud y enfermedad, con vida larga o corta, como dice Ignacio de Loyola. Abundancia, festín, superación de la muerte, liberación de las lágrimas, encontrar a Dios como quien encuentra a un amigo en la cumbre de un monte (1ª lectura: Isaías 25, 6-10a).

      Nosotros, invitados a la boda del Reino, la abundancia, los amigos, la presencia de Dios en medio de nosotros, estamos obligados a la alegría y la paz. A dar envidia (perdón por el término) a quienes nos tratan. Esa es la única evangelización que conozco.