Religión de verdad o de mentira. Conocimiento de Dios o investigar curiosidades inútiles. Evangelizar con palabras o vivir al estilo de Jesús. Pagar el tributo al César o al templo... Cuando le preguntan curiosidades, Jesús nunca contesta a lo que plantean, sino a lo que debían haber preguntado.
El Evangelio de hoy (Mateo 22, 15-21) es un buen ejemplo. Está claro que no se puede diferenciar entre lo del César y lo de Dios, porque todo es de Dios. Más claro, lo que importa es si se responde a Dios, que es lo que no hacen aquellos fariseos. Probablemente por esto los de Tesalónica fueron los preferidos de Pablo. Fueron de los primeros de Europa que acogieron la Palabra, y Pablo les escribe siempre con enorme cariño (2ª lectura: 1 Tesalonicenses 1, 1-5b).
Pero hay otra lección: fariseos, judíos, tesalonicenses, griegos, el rey Ciro, persas (1ª lectura: Isaías 45, 1. 4-6), europeos, y tantos pueblos más. Nosotros, la Iglesia, sabemos que Jesús nos confió la Palabra, la Buena Noticia, para todos. El objetivo es que todos lo conozcan. Y no son precisamente nuestras palabras las que los van a convencer.