domingo, 21 de diciembre de 2014

DOMINGO 4º de Adviento

 
      Jesús es un ser humano, y los seres humanos nacen del vientre de una mujer. Pero esa mujer es un poco especial. Los reyes suelen nacer de reinas y en palacios. Pero la madre de Jesús será una campesina, mujer de un artesano, desconocida y pobre. Aunque todo parezca absurdo, aunque no hay quien se crea que esto es la obra de Dios, lo es.

      El ángel y María misma dan la clave: «El Señor está contigo... Para Dios no hay nada imposible... Que se cumpla en mí según tu palabra» (Evangelio: Lucas 1, 26-38). Se va a revelar un secreto escondido a los humanos durante siglos (2ª lectura: Romanos 16, 25-27). Se va a revelar el corazón de Dios.

      En Jesús veremos cómo es Dios, al cual, según Juan, «nadie lo ha visto jamás». Pues nosotros lo vamos a ver, y no por su figura sino por su corazón. María lo hará posible, y de aquí nace todo nuestro amor y agradecimiento a Ella. El libro de Samuel (1ª lectura: 2 Samuel 7, 1-5. 8b-12) va quizá más lejos: no se trata de templos donde habitan los dioses, se trata de Jesús, en quien se muestra plenamente el mismo Dios.