jueves, 25 de diciembre de 2014
Solemnidad de la NATIVIDAD del Señor
«...el mensajero anuncia la paz, trae buenas noticias (...) tus vigías cantan a coro porque ven al Señor cara a cara (...) romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén» (1ª lectura: Isaías 52, 7-10). No es para menos: este es el día más alegre de la Historia. Dios está con nosotros, Jesús es la prueba.
No somos caminantes en un páramo vacío: en medio de nosotros camina el Señor, como caminaba con Israel en el desierto y residía en una tienda como los demás. Jesús es la tienda de Dios en nuestro campamento (Evangelio: Juan 1, 1-18), es la Palabra pronunciada por una boca humana, entendible, traducible, guía, consuelo y verdad.
Es el final: hasta ahora Dios se ha manifestado de muchísimas maneras y lo sigue haciendo en el universo entero. Pero hay más, mucho más: en un hombre brilla el reflejo de su Padre, el que ha mostrado que el Dios terrible tiene corazón de madre. Con razón decían los dos de Emaús: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos explicaba la Escritura?». El autor de la carta a los Hebreos (2ª lectura: Hebreos 1, 1-6) sabe que es el final, la cumbre, para conocer a Dios basta con Jesús.