domingo, 22 de febrero de 2015

DOMINGO 1º de Cuaresma

      Cuando vea usted el arcoíris, recuerde: es el arco de guerra del Señor, colgado en el firmamento como señal de paz (1ª lectura: Génesis 9, 8-15). Es una imagen ingenua, diríamos que prehistórica, pero nos recuerda algo fundamental: Dios no es un enemigo, no debe infundir temor. Dios es para la Salvación, para la alegría, para la felicidad.

      Estamos en medio de una guerra dramática: hay fuerzas que pelean contra nosotros, desde dentro de nosotros mismos, para apartarnos de Dios.

      Hasta Jesús tuvo que arrostrar eso que llamamos «tentación». Es decir, dar la espalda a Dios, buscar la felicidad lejos de Él (Evangelio: Marcos 1, 12-15). Pero Jesús, sometido a la tentación como todos los humanos, la vence por la fuerza del Espíritu. La carta de Pedro lo entiende muy bien (2ª lectura: 1 Pedro 3, 18-22).

      Por el bautismo entramos en el Reino de Jesús, disponemos del Espíritu para resistir toda tentación, somos criaturas nuevas por la fuerza de Jesús, el hombre lleno del Espíritu.