Estos domingos vamos de monte en monte: el anterior, el monte de la Tentación; hoy, el monte de la Transfiguración. Todavía quedan dos, el monte Calvario y el monte de la Ascensión.
Son como resúmenes de la vida de Jesús: la tentación, la presencia de Dios (Evangelio: Marcos 9, 2-10), la pasión y muerte, y el éxito final. Todo eso, incluidas la cruz y la muerte, son presencia de Dios, trabajo de Dios por nosotros. Unas veces radiante, otras amarga. Como la dura prueba de Abrahán (1ª lectura: Génesis 22, 1-2. 9a-13. 15-18), que nos horroriza hasta que entendemos que el Señor no exige el sacrificio de Isaac.
Y aun en medio de muchas pruebas, de muchas oscuridades, una frase de Pablo (2ª lectura: Romanos 8, 31b-34) brilla como una guía imprescindible: «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?». Si imaginamos la tradicional escena del Juicio de Dios, Pablo la cambia: entramos en el tribunal, el sillón del juez está vacío: ¡Dios está en la silla del abogado defensor! ¿Quién acusará a los hijos de Dios?