Entra en Jerusalén, quiere hacerlo a la Casa del Padre, es decir, quiere de su pueblo su Reino. Compromiso, obra y correspondencia; Jesucristo da la clave con su ejemplo de vida a la nuestra. Su sentir ha de ser el nuestro, empeño en ello hemos de poner, todo, todo de nuestra parte. Merece la pena insistir, así que hay que hacerlo: ser personas de obra y no tanto de palabras que inundan nuestra mente, no de abstracción excesiva, sino más bien de acción misericordiosa. Eso será el valor que se le otorgue a nuestra vida, por eso seremos alguien en ella, interesaremos o importaremos; todo es darse a conocer, manifestarse, presentarse, dar luz, como Él, para ver, sí, porque hace mucha falta; es necesario que desarrollemos lo necesario, y no lo que no sirva. Jesús aparece hoy, de forma muy especial, pero no solo lo hace aquí, ahora, en este instante, no; va siempre con su Padre, con su Madre, con su Espíritu, se nos aparece, y como somos imagen y semejanza de Él hemos de comprometernos a hacer lo mismo: auxiliar lo necesario a quien esté necesitado, con nuestros hechos que se acercan y parecen a lo testimoniado.
Generar entendimiento nos lleva o
conduce al Reino que Dios nos ofrece e insta colmar de bien, conseguir, lograr;
la meta es esa, y sí, todo parece muy fácil y comprensible con la palabra, lo
entendemos al pie de la letra, con la clave que dan, porque ese punto de
partida y ese objeto que alcanzar parten de la palabra pero se realizan y
completan, nos llenan, y nos gusta, en la obra, en la acción fiel y
comprometida con Dios y sus hijos, nuestros hermanos. Somos su reflejo, nos da
su aliento, y en nosotros una llama de fe ha de crecer para llevar a cabo la
misión; la misión que Jesús y María nos enseñan en cada paso que dan y que guían
nuestro caminar y discurrir vital, o lo han de hacer, porque ese el sentido,
creo, y el sentimiento que ha de aflorar, el de la Semana Santa, que tanto
amamos. Como hermanos nos acercamos, es lo más propio, para que surta
efectividad lo que hacemos, no es extraño sino conveniente incluso,
recomendable, por tanto; por ahí empieza la tarea, sigue con el compromiso y se
culmina cuando ha surtido efecto el darlo todo por lo que vale e interesa;
porque es lo más importante y necesario, es fundamental, base sólida o piedra
angular sobre la que descansan las demás, la que sustenta todo un conglomerado
de relaciones que se establecen en torno a dos modelos que lo dieron todo toda
su vida: eterna, inmortal, grande. Grande es la persona cuya vida es reflejo de
sus buenas obras, o cuyas buenas obras reflejan su sentir, porque de él parte
su vivir, de sí ha surgido la llamada a dar de su persona todo cuanto ha podido,
intentando alcanzar a Dios, llegar a donde nos llevaba; consigo, hemos
entendido y obrado conformes, unidos.
La rebeldía se apodera de nosotros en
ciertas ocasiones y nos aleja del cometido que Dios nos encomienda; olvidamos
la intercesión que su Madre nos concede, no nos acercamos y no propiciamos el
entendimiento. Perdónanos porque no sabemos lo que hacemos; sí, hago nuestras
las palabras que dijo antes de morir, valen, sí, porque la palabra vale, no sé
si más que la imagen, porque la imagen las necesita para explicarse y llevarnos
más allá; de hecho, este episodio lo conocemos por la palabra, porque ha sido
transmitida, y nos permite imaginárnoslo. Sea como fuere, seguro estoy de lo
que he hecho, lo manifiesto porque creo en ello, abiertamente, me armo de
valor, todos, lo hacemos si lo queremos, todos hemos de reconocer nuestras las
palabras de su Cruz, la que cargamos, y seguimos a quien la carga primero. Son
imágenes que vemos, que vivimos y sentimos nuestras; son aquellas que los
Evangelios nos muestran, que se explican por sí mismas, como lo prueban los
pasajes, pero que necesitan de interpretación para manifestar todo cuanto en sí
contienen y nos hace apreciarlas, valorar lo que son por cómo son, no por
apariencia engañosa, sino por testimonio de vida en el que confiamos e imitamos, mostrado.
Una luz esperanzadora brilla, se
enciende; quien quiera coger su cruz que lo siga, sigamos, consigo; no nos
abandona porque su debilidad se corresponde con nuestra mayor capacidad o
posibilidad. Grano de trigo que cae en tierra y muere, da mucho fruto; es pan y
bebida de Salvación, luz que ilumina a las naciones; gracias que nos concede,
valor, idea, obra hecha, realidad y convivencia; es Jesús, es María, es el
camino que nos llevará hasta la Cruz, hasta el Calvario del amor y del Perdón;
es la puerta que llamamos y que se nos abre, y nos ilumina, bien. Disfrutemos,
vivamos comprometidos, gocemos y llenémonos de vida nueva, de paz y de
esperanza; aprendamos de la soledad de María, de lo que en sí supone, del amor
de Dios y de su Madre, de cuanto nos implica y afecta; seamos humildes, oremos
como Él y Ella, en sus angustias; seamos discípulos fieles como Juan y
Magdalena, aprendamos la lección de vida y amor que sentiremos, viviremos y
nutriremos en esta semana; alcancemos la gloria de ese don: la vida; sepamos
hacerlo yendo por el camino del bien por el que nos conduce su Iglesia, lo
tomamos convencidos. Hagamos su voluntad, es el mejor, único incluso,
sacrificio para con Dios; es el de Jesús y María: ¡sigamos fielmente su
actuación porque conllevará el sumo bien y máxima plenitud, así está demostrado
en ellos!
¡Feliz Semana Santa! Nos ha llevado a entendernos, a hacer y
a acercar el bien, por él, a darlo todo por la luz, darla. Respondamos a
nuestras convicciones, lleguemos, propiciemos la correspondencia: Dios con sus
hijos humildes.
Jesús Cuevas Salguero