jueves, 19 de marzo de 2015

Solemnidad de SAN JOSÉ, PATRONO de la IGLESIA UNIVERSAL


            San José, esposo de la Virgen María, es ejemplo claro del fiel seguimiento a Jesucristo; el compromiso vivo, del que requiere nuestra relación con Dios. José atiende a la llamada del Señor, a su voluntad, porque confía en su Palabra; está guardada en sí, la mantiene y la alienta, la vive, la consagra, la cuida y cultiva; por ello, merece toda nuestra atención suma, sobre su figura y lo que representa por su buena acción a favor nuestro. El Verbo se ha hecho carne y él ha sabido acogerlo en su seno –ha salido a su encuentro–, en el de la familia que ha configurado; recordamos hoy a esa sagrada Familia, a todas, cuyo motor se encuentra en la unión porque ahí está la clave en la que se basa la unión de hijos, padres, hermanos, en fin, de todos para con todos. José se ha hecho, y bien, ha amado y es ejemplo de entrega por María, a quien quiere y por eso acoge, confirma su fe cuando el ángel le dice la verdad de su mujer y confía en ella y en el Espíritu más que nunca; también recordamos, a propósito de ello, a los seminaristas, que confían su vida a Dios, la consagran y ordenan al servicio de este y de su comunidad.

            La comunidad se reúne para celebrar a su patrón, en este día solemne y especial; también los carpinteros y los que lleven su nombre están de celebración, ya que es referente para aquellos que realicen su trabajo manual, que derramen sudor y lágrimas para sacar adelante a sus familias, de nuevo, presentes. Nos reunimos, sí, somos la familia de los hijos de Dios, en torno a Él nos congregamos, obtenemos su aliento y apoyo, y el del prójimo que lo representa; Jesús está en cada uno y María camina con nosotros, aceptando la invitación que la llama, para hacer de este mundo un lugar mejor, más justo, igualitario, en el que las oportunidades se ofrezcan para servicio de todo aquel que las merezca, necesite y viva por su bien y el de los demás al conseguir sus logros, los que se propone y persigue hasta llegar a la meta; José es ejemplo constructivo, lo ha dado todo y ha llegado a lo que quería tanto él como Dios para sí, así ha cumplido su misión. Ir a la Eucaristía, o más bien, a celebrar la Santa Misa, permite que nos empapemos del conocimiento que Dios ofrece y podamos referirlo, manifestarlo, anunciar la Buena Nueva; el encuentro con Dios sirve, y mucho, así lo percibo e indico, señalo y manifiesto convencido, tal y como lo he experimentado y comprobado.

            Sí, Dios está aquí, con nosotros, lo tenemos y nada nos falta con su presencia; ya lo decía santa Teresa, y lo hago mío por su importancia, dicho testimonio cuyo influjo es significativo, y a tener en cuenta en nuestra vida si de veras creemos en su Verdad, la de Dios manifestado en cada uno, vivo, presente en la Eucaristía, y en nuestro ser, resucitado para nuestra salvación; estamos interesados y llamados a la misión de anunciar la redención, a la tarea alegre del Evangelio, porque es fuente de agua y vida, es viva luz, claridad, alimento, es aliento que se nos da a conocer y posibilita nuestro saber, mayor cada día, mejor, y, en consecuencia, más comprometido, porque lo tenemos que hacer como dice, como nos lo indica o señala, como manifiesta y transmite para ponernos a prueba, poniéndonos, hemos de demostrar que sabemos; es nuestro objetivo, sobre el que debemos fijar nuestra atención, dedicándonos, para lograrlo porque de veras nos importa hacerlo, y bien, comprometidos estamos todos con todos y consigo, en definitiva, que es el que nos ha movido a que lo hagamos por el bien que compartimos, común y recíproco, como su resultado mismo y propio, de todos, en fin.

Jesús Cuevas Salguero