San José, esposo de la Virgen María, es ejemplo claro del
fiel seguimiento a Jesucristo; el compromiso vivo, del que requiere nuestra
relación con Dios. José atiende a la llamada del Señor, a su voluntad, porque
confía en su Palabra; está guardada en sí, la mantiene y la alienta, la vive,
la consagra, la cuida y cultiva; por ello, merece toda nuestra atención suma, sobre su figura y lo que representa por su buena acción a favor nuestro. El Verbo se ha hecho carne y él ha sabido
acogerlo en su seno –ha salido a su encuentro–, en el de la familia que ha
configurado; recordamos hoy a esa sagrada Familia, a todas, cuyo motor se
encuentra en la unión porque ahí está la clave en la que se basa la unión de
hijos, padres, hermanos, en fin, de todos para con todos. José se ha hecho, y
bien, ha amado y es ejemplo de entrega por María, a quien quiere y por eso
acoge, confirma su fe cuando el ángel le dice la verdad de su mujer y confía en
ella y en el Espíritu más que nunca; también recordamos, a propósito de ello, a
los seminaristas, que confían su vida a Dios, la consagran y ordenan al
servicio de este y de su comunidad.
La comunidad se reúne para celebrar a su
patrón, en este día solemne y especial; también los carpinteros y los que
lleven su nombre están de celebración, ya que es referente para aquellos que
realicen su trabajo manual, que derramen sudor y lágrimas para sacar adelante
a sus familias, de nuevo, presentes. Nos reunimos, sí, somos la familia de los
hijos de Dios, en torno a Él nos congregamos, obtenemos su aliento y apoyo, y
el del prójimo que lo representa; Jesús está en cada uno y María camina con
nosotros, aceptando la invitación que la llama, para hacer de este mundo un
lugar mejor, más justo, igualitario, en el que las oportunidades se ofrezcan
para servicio de todo aquel que las merezca, necesite y viva por su bien y el
de los demás al conseguir sus logros, los que se propone y persigue hasta
llegar a la meta; José es ejemplo constructivo, lo ha dado todo y ha llegado a
lo que quería tanto él como Dios para sí, así ha cumplido su misión. Ir a la
Eucaristía, o más bien, a celebrar la Santa Misa, permite que nos empapemos del
conocimiento que Dios ofrece y podamos referirlo, manifestarlo, anunciar la
Buena Nueva; el encuentro con Dios sirve, y mucho, así lo percibo e indico,
señalo y manifiesto convencido, tal y como lo he experimentado y comprobado.
Sí, Dios está aquí, con nosotros, lo tenemos y nada nos falta con su presencia;
ya lo decía santa Teresa, y lo hago mío por su importancia, dicho testimonio
cuyo influjo es significativo, y a tener en cuenta en nuestra vida si de veras
creemos en su Verdad, la de Dios manifestado en cada uno, vivo, presente en la
Eucaristía, y en nuestro ser, resucitado para nuestra salvación; estamos
interesados y llamados a la misión de anunciar la redención, a la tarea alegre
del Evangelio, porque es fuente de agua y vida, es viva luz, claridad,
alimento, es aliento que se nos da a conocer y posibilita nuestro saber, mayor
cada día, mejor, y, en consecuencia, más comprometido, porque lo tenemos que
hacer como dice, como nos lo indica o señala, como manifiesta y transmite para
ponernos a prueba, poniéndonos,
hemos de demostrar que sabemos; es nuestro objetivo, sobre el que debemos fijar
nuestra atención, dedicándonos, para lograrlo porque de veras nos importa
hacerlo, y bien, comprometidos estamos todos con todos y consigo, en
definitiva, que es el que nos ha movido a que lo hagamos por el bien que
compartimos, común y recíproco, como su resultado mismo y propio, de todos, en fin.
Jesús Cuevas Salguero