domingo, 7 de octubre de 2012

DOMINGO 27º del Tiempo Ordinario

      Con el relato de Adán y Eva, que el mismo Jesús cita, se revela la naturaleza de la persona, superior a la de los animales, formada por dos sexos diferentes pero complemetarios, de igual digmidad y llamados a unirse con fidelidad (1ª lectura: Génesis 2, 18-24). A los fariseos, que le preguntaron sí les es lícito a un hombre divorciarse de su mujer, Jesucristo, que traía a este mundo la misión de perfeccionar la antigua ley, responde exigentemete y opone seriamente su postura a lo que pretendían insinuar ellos al plantear este problema: "Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre" (Evangelio: Marcos 10, 2-16).

      El compromiso y proyecto de fidelidad mutua es fundamental para el matrimonio cristiano, y su conocimiento y aceptación libre es esencial para el sacramento. Todo ello nos indica el alto grado de santidad y la altísima vocación que supone el matrimonio cristiano. Los novios cristianos tienen que saberlo e invocar la gracia de Dios desde el principio. Jesús es la garantía de la santificación en ésta y en toda vocación cristiana (2ª lectura: Hebreos 2, 9-11).