domingo, 14 de octubre de 2012

DOMINGO 28º del Tiempo Ordinario

      La Sabiduría supera en valor al dinero. Salomón la prefirió por encima de todos los bienes.
      La verdadera sabiduría es la que viene de Dios y está en obedecer a la Palabra de Dios (1ª lectura: Sabiduría 7, 7-11). Y ésta, la Palabra de Dios, juzga los deseos e intenciones del corazón: «Todo está patente y descubierto a los ojos de Aquel a quien hemos de rendir cuentas» (2ª lectura: Hebreos 4, 12-13).
      ¡Cuánto nos enseña la historia del joven rico que prefiere sus riquezas a Jesús! (Evangelio: Marcos 10, 17-30). «Una cosa te falta; anda, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo– y luego sígueme». El joven se marchó pesaroso porque era muy rico.
      No es que la santidad sea patrimonio de los pobres, pero la Biblia tiene palabras muy duras contra las riquezas y el dinero, ya que quitan nuestra libertad para ver, juzgar y obras correctamente ante los problemas de los hermanos necesitados. No es fácil ser libre y hacer el bien cuando nuestros brazos están ocupados en proteger y guardar los que vamos acumulando.