domingo, 7 de abril de 2013

DOMINGO 2º de Pascua o de la DIVINA MISERICORDIA

       Los discípulos estaban encerrados, con las puertas cerradas «por miedo a los judíos». Pero se presenta Jesús en medio de ellos. La presencia del Resucitado es como una nueva creación. Aquellos aterrorizados galileos, que han visto su fe destrozada por la cruz y ni se atreven a salir de casa, se van a convertir en formidables, creyentes y valerosos misioneros. Y todo eso por el soplo del Espíritu que Jesús les infunfe (Evangelio: Juan 20, 19-31).

       Así aparecen en los Hechos de los Apóstoles, convertidos, misioneros, impactando a la sociedad que aún está llena de miedoderramando la salud de Jesús (1ª lectura: Hechos 5, 12-16).

      Es el mismo mensaje del Apocalipsis (2ª lectura: 1, 9-11a; 12-13; 17-19): «No temas: yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto, y ya ves, vivo por los siglos de los siglos». Este tiempo de Pascua es para disfrutar, para celebrar el triunfo del Crucificado, para declararle de corazón, como Tomás, «Señor mío y Dios mío», para engancharse con más entusiasmo a su proyecto, lo que Él llamaba «el Reino».