domingo, 11 de agosto de 2013

DOMINGO 19º del Tiempo Ordinario

      «Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas», en actitud de espera, porque algo importante está a punto de suceder (Evangelio: Lucas 12, 32-48). Es muy habitual que las personas, cuando la vida les va razonablemente bien, vivan tranquilas, relajadas, despreocupadas. Pero en cada momento de la vida está sucediendo algo importante: está lloviendo sobre cada uno la Palabra de Dios, que llama a más, a algo más alto, que ofrece constantemente algo que hacer por los demás, una misión que da sentido a la vida. Sin embargo, nos puede pillar dormidos, desprevenidos, despreocupados.

      El libro de la Sabiduría (1ª lectura: 18, 6-9) recuerda aquella noche, al salir de Egipto, en la que el pueblo está en tensión, esperando la liberación inminente porque conoce «con certeza la promesa de que se fiaban». Nuestra fe es eso: fiarse de la promesa, de la palabra, y estar siempre atentos, preparados, movidos por «la fe (que) es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve» (2ª lectura: Hebreos 11, 1-2. 8-19). La fe da esperanza, pero nace de la confianza. Los que creemos en Jesús nos hemos fiado de Él, nos fiamos de Dios: ese es el cimiento de nuestra fe.