domingo, 4 de agosto de 2013

DOMINGO 18º del Tiempo Ordinario

      Hoy el mensaje va del sentido de la vida. El autor del Eclesiastés (libro al que hoy se llama Qohelet por el nombre de su autor) es un hombre desesperanzado y siente la vida como un gran engaño, una total decepción (1ª lectura: Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23).

      Jesús lo matiza mejor: la vida puede ser un gran engaño, como la del ricachón, tan feliz por su enorme riqueza que ni se entera de que nada de eso se llevará al morir. Jesús lo llama necio: ¿toda la vida atesorando para después marcharte desnudo? (Evangelio: Lucas 12, 13-21). Pablo (2ª lectura: Colosenses 3, 1-5. 9-11) lo interpreta a lo grande: «Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba».

      Lo podríamos traducir de la siguiente manera: si sois de Jesús, no os conforméis con apariencias, con bienes de la tierra, con lo que no va a durar. Al contrario, buscad «los bienes de arriba», los que valen, los que curan, los que dan verdadero sentido a la vida. Eso es lo que nos trae Jesús: sentido de la vida, ambición por lo más alto e imposibilidad de conformarnos con menos.