jueves, 15 de agosto de 2013

Solemnidad de la ASUNCIÓN de NUESTRA SEÑORA

asuncion

      El final del Apocalipsis es como un sueño, una humanidad definitivamente liberada y perfecta, en la ciudad de Dios, figurada por una mujer: «una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas» (1ª lectura: Apocalipsis 11, 19a-12, 1-6a. 10ab).

      Pablo ya había tenido con anterioridad el mismo sueño: «Por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero, Cristo como primicia» (2ª lectura: 1 Corintios 15, 20-27).

      Para nosotros el puesto primero pertenece a María, la Madre de Jesús. La jovencita de Nazaret que, en cuanto se entera de que su prima Isabel está encinta, corre a su casa a ayudarla hasta que da a luz; la que conoce a Dios y siente que lo que está llegando, con Juan recién nacido y Jesús en su propio vientre, es la libertad, la reivindicación de los pobres, el desenmascaramiento de los poderosos.

      Por todo ello «desde ahora todas las generaciones la llamaremos bienaventurada». Por eso podemos decir como Isabel: «Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre» (Evangelio: Lucas 1, 39-56).